Introducción

Recopilación de descarrilamientos y choques en el mundo citando la fuente y créditos fotográficos. Sitio sin fines de lucro.

Farnley Junction, 1977

Dos trenes se mantenían a la espera en las vías par e impar en las proximidades de Leeds, mientras los técnicos reparaban el equipo de señalización. De pronto, las señales se pusieron en verde: uno de los trenes emprendió la marcha y, ante el espanto de su maquinista, pasó a toda velocidad una serie de desvíos y se abalanzó sobre el otro convoy.
Justo al oeste de Leeds, a última hora de la tarde del lunes 5 de septiembre de 1977, dos trenes se detuvieron ante las respectivas señales en rojo. El primero era el de las 20.40h Liverpool Lime Street-Hull, una unidad de tren diésel, compuesta por cuatro coches del tipo denominado Trans-Pennine. Se detuvo en la señal L31 de la vía impar, procedente de Huddersfield (esta señal protegía un escape en Farnley Junction, entre las vías par e impar de Huddersfield y un cambio conjugado del ramal de Farnley). Poco antes, el tren correo de las 21.50h que cubre el trayecto de York a Shrewsbury, arrastrado por la máquina de la Serie 47 n° 47402, y formado por 10 furgones del Correo británico, había salido de Leeds por la vía par de Huddersfield. También tuvo que detenerse en Farnley Junction, junto a la señal L36, al otro lado del escape. En ese momento unos técnicos estaban tratando de reparar una avería del equipo de señalización, localizada en un armario de relés a un kilómetro y medio aproximadamente de Leeds, que afectaba a la zona de Farnley Junction. El maquinista del tren diésel telefoneó al guardagujas de Leeds desde la señal L31, y se le dijo que esperara mientras los operarios arreglaban la avería. A continuación, el ayudante del maquinista del tren correo telefoneó a su vez desde la L36 y recibió la misma respuesta. A eso de las 23.11h, ambas señales se pusieron en verde. Pero justo antes, la dotación del tren correo había visto cómo se movían las agujas, de modo que el otro tren, en lugar de seguir de frente, cambiaría de la vía impar a la par. El ayudante trató de telefonear a la cabina de enclavamientos pero no obtuvo respuesta. Al volver de la señal L31, el maquinista de la unidad diésel la puso en marcha y aceleró en la cuesta abajo, de 9,6 milésimas por metro y unos 730 m de largo, que lleva al escape. Como las agujas estaban dispuestas para cambiar de vía, en lugar de continuar en línea recta tomó el desvío y se abalanzó a cerca de 65 km/h contra el tren correo, que seguía detenido. El maquinista aplicó el freno de emergencia, pero era demasiado tarde. El tren diésel embistió frontalmente a la pesada locomotora diésel del correo. El coche de cabeza se empotró en la n° 47402, destrozando ambas cabinas. El maquinista del tren correo murió al instante, y el de la unidad diésel, unas horas después (la máquina n° 47402 fue reparada y mantenida en servicio hasta el domingo 10 de mayo de 1992, fecha en la que emprendió su último viaje en el Severn Valley Railway).

Los restos de la locomotora del tren correo, la n° 47402, durante la inspección llevada a cabo tras el accidente. Aunque la cabina quedó destrozada y el maquinista murió en el acto, el tren en sí sufrió pocos daños.
¿Cuál fue el error?
La cadena de acontecimientos comenzó pronto, cuando, a causa de un conflicto en las centrales eléctricas, se amenazó con cortar el suministro. La cabina de enclavamientos de Leeds no tenía por entonces generador propio, así que BR había instalado uno portátil, conectándolo a la acometida de la cabina. Sin embargo, no se consiguió restablecer la corriente por completo, lo que provocó diversos fallos en los circuitos de vía. Por la tarde, los técnicos encargados de las señales trabajaban para resolver el problema y, aumentando la tensión en las tomas intermedias, consiguieron que todo el sistema funcionara adecuadamente. Es decir, todo excepto los dos circuitos de vía de la línea de Huddersfield en Holbeck East Junction, justo al salir de la estación de Leeds. Como Farnley Junction estaba a unos 3 km del puesto de control de agujas de Leeds, el repetidor de relés de Holbeck East necesitaba recuperar la tensión normal. De él dependía el funcionamiento correcto de las señales y las agujas de Farnley Junction, así como el del panel de control de Leeds. Fueron precisamente las indicaciones de éste las que fallaron. El técnico del turno de noche había recibido instrucciones del ingeniero de la zona para que reemplazara un transformador-rectificador en el armario de relés, que era el que estaba provocando el fallo del circuito. El técnico, junto con su ayudante y el conductor de un furgón, se dirigió al armario a eso de las 22.40 h. Telefoneó al guardagujas para obtener permiso para empezar a trabajar. Explicó que el transformador-rectificador también alimentaba los relés que controlaban las agujas de Farnley Junction. La cabina de enclavamientos, por su parte, tenía otros problemas. Los indicadores de los trenes llevaban sin funcionar todo el día, así que hubo que incorporar otro guardagujas para que anotara los trenes en un registro e informara constantemente a sus colegas del panel de control sobre la posición de cada tren. Este hombre era el que respondía también las llamadas de teléfono efectuadas desde los postes de señalización. Estos teléfonos sólo podían efectuar llamadas a la cabina de enclavamientos. Si el guardagujas quería ponerse en contacto con alguien de la línea, tenía que utilizar un vibrador de frecuencias: una especie de "reloj de cuco" situado a intervalos a lo largo de la línea. Al oírlo, el técnico debía telefonear a la cabina de enclavamientos. El supervisor de la cabina dio permiso al técnico para que iniciara su trabajo y reemplazara el rectificador defectuoso. También le dijo al guardagujas del panel de control que activara los mandos de establecimiento de itinerario, correspondientes a las líneas de Huddersfield, en Farnley Junction, para mantener las señales de peligro. Como los cambios de vía en ese empalme eran raros, se tenía por norma dejar los mandos de itinerario en modo automático, con señal de vía libre para las líneas principales. Pero también el técnico de mantenimiento de las señales tuvo problemas. Cuando quitó el fusible del rectificador, descubrió que la pieza de repuesto que llevaba era defectuosa. Empleó otra, pero como era demasiado grande, en vez de encajarla en su sitio tuvo que colocarla en el suelo del bastidor y empalmar unos cables. En ese momento sonó el vibrador de frecuencias, así que telefoneó al enclavamiento de Leeds. El guardagujas le dijo que se había producido una colisión.
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La investigación
El funcionario encargado de la inspección después del accidente, el comandante C. F. Rose, pronto encontró una razón ridículamente simple para la tragedia: el rectificador de repuesto había sido conectado con los cables al revés. En consecuencia, se invirtió la polaridad de todo el circuito. Lo normal es que hubiera tenido pocas consecuencias, pero algunos relés, incluidos los que controlaban el escape de Farnley Junction, eran "polarizados": dependían de la dirección de la corriente eléctrica para conmutarse. Cuando el técnico reemplazó el fusible, a eso de las 23.10 h, restableció el circuito e hizo que las agujas de las vías par e impar de Farnley Junction funcionaran, sólo que al revés. Por desgracia, la conexión errónea del rectificador no afectó a las indicaciones que se recibían en la cabina de enclavamientos: es decir, mostraban las agujas en su posición correcta. Sin embargo, todavía intervino otro factor para que las señales dieran vía libre. El guardagujas tenía que haber accionado los mandos de establecimiento de itinerario de Farnley Junction en el panel de control. Hay unas normas muy estrictas, que se aplican cuando los técnicos están trabajando, para garantizar que los guardagujas no fijen rutas cuando no se está seguro de que el equipo funciona correctamente. Aquí es donde hubo un verdadero problema para determinar las respectivas responsabilidades. El supervisor de la cabina de enclavamientos había dado permiso al técnico para reemplazar el rectificador. Había dado instrucciones al guardagujas para cancelar las rutas que pasaban por Farnley Junction. Éste, por su parte, había puesto recordatorios, sobre los mandos de establecimiento de itinerarios, para no pulsarlos inadvertidamente. De modo que, cuando el guardagujas recibió una llamada a las 23.10 h de alguien que afirmaba ser el técnico de S&T, diciendo que el trabajo estaba terminado, los ferroviarios pusieron inmediatamente los trenes en movimiento. El que estaba en el panel de control restableció las rutas en Farnley Junction y las señales se pusieron en verde, pero como las agujas se conectaron al revés se produjo la colisión. El técnico de mantenimiento del equipo de señalización negó tajantemente que él o su ayudante hubieran telefoneado para decir que habían terminado el trabajo. Se habían mantenido varias conversaciones telefónicas entre él o sus colegas y la cabina de enclavamientos, pero en ninguna se dijo que el trabajo se hubiera finalizado. El técnico afirmó que todavía habría necesitado hacer una serie de comprobaciones, conjuntamente con la cabina de enclavamientos, antes de darlo por bueno. Todavía estaban revisando el cableado cuando oyeron la señal del vibrador, llamó por teléfono y recibió la noticia del accidente. Entonces, ¿quién hizo la llamada en cuestión? ¿Se dijo realmente que el trabajo estaba terminado, o el guardagujas encargado de registrar los trenes la confundió con otra de algún maquinista que esperaba en una señal? ¿Creyó oír el mensaje que estaba esperando, en lugar de lo que le decía realmente el maquinista? El guardagujas había estado de servicio dos turnos seguidos, trabajando 17 de las 25 últimas horas. Al comandante Rose se le presentó un verdadero problema a la hora de tomar una decisión sobre la conflictiva llamada telefónica. De hecho, declaró en su informe que era imposible llegar a ninguna conclusión. Sin embargo, se inclinaba a pensar que fue el guardagujas quien se había auto convencido de que una llamada cualquiera de uno de los maquinistas de la línea era el mensaje que estaba esperando del técnico. El desarrollo en el tiempo de los hechos fue crucial. El técnico reemplazó el fusible a las 23.10h, lo que fijó los indicadores del panel de control en la posición normal ante los ojos del guardagujas. Segundos después sonó el teléfono. El mensaje era confuso y, como el panel se había puesto en funcionamiento, el desbordando guardagujas informó al supervisor de que el trabajo estaba terminado. Con la aprobación de éste, accionó los mandos de establecimiento de itinerarios, las señales L31 y L36 se pusieron en verde, y se produjo la catástrofe.
A La unidad diésel se abalanzó frontalmente contra el tren correo y se empotró en su cabina, destrozándola por completo. El maquinista de la unidad diésel estaba todavía con vida cuando lograron extraerlo de entre los restos, pero murió tres horas después.
El equipo eléctrico
Un transformador-rectificador es un dispositivo para reducir la tensión eléctrica, de forma que se adecué a unas necesidades concretas. Además, convierte la corriente alterna (c.a.) en continua (c.c.). Con c.c., el sentido de la corriente puede emplearse para conmutar los relés. El rectificador que había que reemplazar tenía una entrada de c.a. a 110 volts y una salida de c.c. a 50 volts. Los relés de señalización pueden ser de c.a. o de c.c.; ambos no dependen de la dirección de la corriente. Pero hay relés "polarizados", que sí funcionan según la dirección de ésta. Si la alimentación es en un sentido, el relé actuará de una forma; si se invierte, actuará al revés, modificando a su vez otros circuitos. Los relés del armario de Holbeck East eran de este tipo.
Cables cruzados, líneas cruzadas
El tren diésel y el tren correo estaban detenidos en las señales L31 y L36, respectivamente, mientras los técnicos trabajaban en el armario de relés de la señal L68. Ambos maquinistas hicieron varias llamadas telefónicas a la cabina de enclavamientos para recibir instrucciones. Un técnico, al reemplazar un rectificador invirtió inadvertidamente los cables. En consecuencia, el cambio se accionó. Un guardagujas, agotado probablemente, confundió la llamada de uno de los maquinistas con la que esperaba del técnico de señales y dio vía libre a los trenes. La unidad diésel se puso en marcha y se empotró contra el tren correo que seguía detenido. Los dos maquinistas murieron.
Recomendaciones
Como resultado de la investigación, el comandante Rose recomendó que se mejorase la comunicación entre los técnicos de señalización y los guardagujas cuando se llevaban a cabo reparaciones, y que se grabaran los mensajes. Había que definir con más precisión en el reglamento los procedimientos que debían seguirse en caso de avería. Se debían dar instrucciones más concretas sobre las comprobaciones que debían realizarse. Así, un relé accionado eléctricamente que no necesite modificaciones en el cableado, tampoco requerirá las mismas comprobaciones que otro de accionamiento manual. Sin embargo, los circuitos sensibles a la polaridad, como los del armario de Holbeck East, tienen que ser comprobados en cualquier caso. Recomendó el uso de mejores dispositivos de comprobación para este tipo de circuitos.
Fuente: El Mundo de los Trenes- Ediciones del Prado, S.A. 22/08/1997 - Madrid (España)

Trágico Accidente del "Estrella del Norte"

Sábado 25 de febrero de 1978, 7:22 hs paso a nivel, estación Sa Pereira, Santa Fe. Semáforo en rojo, campanilla estridente. El tren "Estrella del Norte” avanza. Lleva 2.130 pasajeros. Alguien cruza las vías en ese instante. Maneja un camión con acoplado. Se llama Arnaldo Rubén Bianchini. Luego el choque y la tragedia. 55 muertos y 56 heridos. Esta es la historia.

Estación Tucumán
A las 6 de la tarde del viernes 24 de febrero la estación Tucumán del Ex Ferrocarril General Bartolomé Mitre (Hoy NCA) estallaba bajo el bullicio de la inminente partida del tren “Estrella del Norte” rumbo a Buenos Aires. Los pasajeros de primera, pullman y dormitorios, ocupaban ya sus comodidades. Con mucho más desorden los que viajaban en clase turista buscaban su coche y asiento, y los cientos que no lo tenían trataban de buscar una buena ubicación entre los siete clase turista. Daniel O. Ramos (*), hijo del Superintendente de Tráfico de esta estación terminal, subió al coche dormitorio, último de la formación, viajaría solo y al cuidado del camarero y del inspector de tráfico señor Mateo Ponce por encargue de su padre ya que este viajaba por trabajo que realizaría en la línea, tenía entonces 16 años, en Retiro lo estaría esperando el sábado su abuelo materno y su hermano menor, pero el tren no llegó. Treinta grados de temperatura y un cielo límpido, era el manto de una estación atestada de gente, por un lado los que viajaban a Buenos Aires y estaciones intermedias, por el otro los familiares que despedían a estos, y además los que esperaban partir también desde esta estación rumbo a Salta, Jujuy, la Quiaca y sus intermedias.
(*) 
Daniel Osvaldo Ramos, porteño, hijo del Superintendente de Tráfico de Tucumán, se negó a abordar el tren de los sobrevivientes quedándose a trabajar junto a voluntarios y ferroviarios en la remoción de los coches. El Superintendente de Rosario, Juan Carmelita, amigo de la familia, lo albergaría hasta la llegada de su padre a Rosario. Días más tarde cuando llegó a la casa de sus abuelos en General Pacheco ingresó al Cuerpo de Bomberos Voluntarios y desde entonces continuó incorporado a la institución hasta principios del 2003 cuando la muerte lo sorprendió a la temprana edad de 41 años. No sólo fue una lamentable pérdida para la familia Ramos y demás deudos sino para la comunidad toda a la cual se debía al alistarse como bombero voluntario, estando siempre presto para acudir a cualquier incendio poniendo en riesgo su propia vida para salvar otra.

La fotos ilustran la magnitud del accidente, una de ellas muestra un coche incrustado en otro.
El "Estrella del Norte" aún no sale
Pasan los minutos y la gente se impacienta. Ricardo flores, 52 años, tucumano, guarda primero, se saca su gorra para arreglarse el pelo algo entrecano y seca su frente con un pañuelo, luego apoyado en el coche dormitorio mira hacia la ventanilla abierta cercana a él y su mirada se cruza con la de Ramos, expectante y tranquilo.
- ¿ No sale?
- Sale a las siete y veinticinco...
- ¿Qué pasa?
- Hay que esperar el que viene de la Quiaca, tendría que haber llegado a las 14:00,...tiene que trasbordar mucha gente con el Estrella.
Flores se encogió de hombros. Ramos continuaba dialogando con su madre que en el andén se encontraba junto a dos de sus hermanos de 6 y 9 años, mientras su padre, recibía los informes de donde se encontraba el tren del Belgrano que debía combinar con el número 14 de su ferrocarril.
La partida
A las 19:23 hs., Flores escuchó las dos campanadas, vio la señal, le pegó un fuerte soplido a su silbato y agitó el paño verde, dos minutos más tarde el tren se sacudió en medio de un chirrido de ruedas, y los gritos de amigos, hijos, padres, madres, primos, abuelos, tíos, sobrinos, novios, novias, transformando la estación en un bullicioso salón, quizás único himno de voces de las grandes terminales ferroviarias. Mientras tanto un parlante anunciaba, personal de conducción y guarda de tren número catorce, su tren ha sido despachado, observando señales puede partir. Daniel miró por la ventanilla y vio como la estación quedaba atrás muy lentamente, hasta ya no ver más los brazos de su madre. Lentamente las casas y ranchos al costado de la vía iban quedando atrás a medida que el tren avanzaba.
El viaje
Ya en viaje y llegando a la Banda, Ramos terminaba de leer esa revista en la que un pato afortunado se burla de otro signado por la mala suerte y de las pillerías de sus tres sobrinos. Ya en la Banda, los revisadores de vehículos golpeaban con sus martillos varias partes de los equipos que se encontraban bajo el piso de los coches, mientras otros empleados cargaban agua a los sedientos coches de la larga formación. Más y más pasajeros abordaban aquel tren, felices por llegar a la gran ciudad el día después, mientras muchos que ya venían desde Tucumán, se pertrechaban de alimentos y bebidas en el bar y los quioscos de la estación santiagueña. Nuevamente el silbato y el paño verde, despachaba el tren con más almas a bordo, esta escena se repetiría en Forres, Fernández, Herrera, Colonia Dorá, Pinto, Ceres, Sunchales y Rafaela.
La GT 22 9212 volcada y el camión que desencadenó el accidente
La noche
En Pinto el tren se retrasa aún más, esperando el cruce con su par procedente de Retiro con destino a Tucumán. La formación quedaba fuera del andén casi seis coches por detrás en medio de una oscuridad tan sólo iluminada por una vieja columna del F.C.C.A. con un foco de 40 watts y la blanca luz de los pullman Hitachi, que con su ronronear perturbaban la tranquilidad de la noche de aquel pueblo santiagueño. En Ceres se produce el relevo del personal de conducción que tendrían a su cargo la GT22 - 9212 hasta Rosario, el destino seria otro.
Bianchini sube al camión
Casi simultáneamente a la salida del Estrella del Norte desde Ceres, Arnaldo Rubén Bianchini, 28 años, casado hace 3 con Blanca Lidia Martínez embarazada de tres meses y una hija de un año y medio. Arnoldo trabaja como camionero del frigorífico Santa Elena de Paraná, Entre Ríos, la provincia donde nació. A las 3:45 hs. del sábado subió al camión Ford F 600 modelo 1976 con caja y acoplado térmico helvética. La cabina celeste, el resto una larga mole de aluminio que vacío pesa 12.000 kg, había sido cargado con 25.000 kg de grasa comestible y latas de corned beef, debía llegar a Córdoba con su carga. Y cuando puso en marcha su camión ya tenía pensado el itinerario, la avenida Almafuerte, la ruta 18, el túnel subfluvial, la ruta 19. La ruta 19 era una ruta más para Bianchini y su acompañante Rubén Bonaldo de 26 años, pero esa ruta a la altura de Sa Pereira, un pueblito de Santa Fe de 2.000 habitantes se cruza con las vías del ferrocarril General Bartolomé Mitre.
Amanecer en el tren
El tren atrasado en su partida y después de haberse detenido en varias estaciones llevaba ya dos horas y ocho minutos de atraso, eran las siete de la mañana, Ramos y Ponce se aprestaban a ir en minutos más al coche comedor a desayunar, las sacudidas del tren eran fuertes y tanto Ponce como el Inspector jefe del tren, dialogaban en el pasillo y calculaban que iría a un poco más de 90 km/p/h, velocidad apta como para recuperar algo de tiempo perdido, en el coche silencio, casi todos los pasajeros dormían.
Las 7:22 "el desastre"
Faltaban unos dos mil metros para el cruce, y el maquinista Antonio Gore hizo sonar el silbato de la locomotora porque sabía que estaba cerca de un paso a nivel peligroso. La alarma del cruce hizo sonar su chicharra estridente al tiempo que se encendían los semáforos rojos intermitentes. Bianchini llegaba entonces al cruce cuando un micro de la empresa El Serrano pasaba por las vías, había otros vehículos detenidos a ambos lados del paso a nivel, pero Bianchini siguió al colectivo que pudo ser un desgraciado acicate y aceleró para pasar, cuando al mirar a su derecha vio venir el tren y oyó esa terrible bocina, piso más su acelerador, al que el pesado camión respondió despacio, muy despacio. Eran las 7:22 de la mañana. Héctor González, un vecino del lugar a sólo metros del paso a nivel vio al colectivo pasar y no pudo menos que pensar “!!!Que bárbaro¡¡¡” y más sorprendido quedó cuando vio al segundo vehículo, “el camión” que quería ganarle la carrera al tren, pensó lo peor, y pasó lo peor, González no podía creer lo que veía y se agarraba la cabeza con las manos, vio el impacto, quiso gritar, gritó, pero ya la historia no podía volver atrás ni siquiera tan sólo unos segundos. El estruendo y el acoplado pulverizándose volaba por el aire en medio de una nube de polvo, tierra, pastos y raíces. La locomotora había saltado de las vías y se desplomaba volcando paralelo a ellas, el tren siguió su recorrido por cientos de metros hasta que los dos coches del centro se fundieron incrustándose entre sí en un abrazo de hierros y maderas, se escuchaba entonces el alarido de espanto y dolor que creció y que después se fue apagando hasta convertirse en un coro desentonado de quejidos.
Después el horror
Ramos y Ponce sintieron un terrible golpe seguido de una fuerte frenada, (producto del derrape de los once primeros coches que se salieron de las vías) de pronto todo quedó inmóvil, luego corrieron por el pasillo ya con muchos sorprendidos ocupantes que intentaban bajar de la formación y entraron a los pullman, allí el caos era más severo, los 52 pasajeros colmaban su capacidad, intentando salir en medio del espanto, y las valijas y bolsos que al caer de los portaequipajes estaban desparramados entre los asientos y el pasillo central, en el coche comedor los asustados mozos quedaron anonadados después de ver como las mesas preparadas ya para el desayuno quedaron vacías en segundos, y un millar de astillas y trozos de loza se dispersaron por el piso, la cocina bañada en agua hirviendo dejó caer gigantescas ollas que se calentaban para satisfacer la demanda de miles de termos y mamaderas que en algún tiempo más llenarían. Los cocineros, muchos quemados y gritando de dolor, las hornallas abiertas perdiendo gas, vajilla sembrada por doquier, botellas rotas que salieron disparadas de los cajones hacían parecer a este coche como campo de batalla con humeantes superficies de vapor y de angustia. Más tarde una vez abajo vieron los restos del camión y  no pensaron que la cosa era peor, corrieron por los yuyales mojado por el rocío de la noche e intentaron llegar hasta el camión luego de cruzar una zanja, ya en él comprobaron que Arnaldo y su compañero no estaban y al girar la vista en dirección hacia donde iba el tren vieron una sombra grande y negra recostada a ciento veinte metros del paso a nivel, era la locomotora que humeante guardaba en su cabina los cuerpos de Gore, su preconductor y un inspector de locomotoras, hacia ella corrieron pasando en su alocada carrera al lado de los coches incrustados, es terrible lo que ocurre, pensaron y mientras los gritos de la gente ensangrentada bajaba de los coches, continuaron su carrera hasta la 9212 donde encontraron lúcido al preconductor y al inspector, y muy mal a el conductor, Ramos tomó su pañuelo y se lo puso en el ojo a Gore, luego con la ayuda de Ponce, el compañero y otros que se acercaron sacaron al maquinista de la locomotora y lo acomodaron a la sombra de la mole volcada. Los minutos pasaban y la ayuda no llegaba, entonces Ramos fue hasta el furgón, semivolcado y sacó el teléfono a magneto y las cañas que colgaron junto con Ponce en los cables del poste telegráfico, luego de varias descargas eléctricas recibidas por lo mojado que estaban, logran dar la alarma que fue recibida por Gálvez,  Rafaela y más tarde por Rosario Norte. Al rato, transformado en un tiempo eterno comenzaban a llegar los primeros bomberos, policías y acaso los dos mil pobladores del lugar.
Los coches incrustados. Una verdadera trampa mortal para sus ocupantes. Todo una tragedia. 
Un pequeño gran pueblo
Los habitantes de Sa Pereira, superados por un centenar de los pasajeros del tren se fueron multiplicando para ayudar, obedecieron órdenes de policías y bomberos que fueron llegando desde San Gerónimo, Esperanza, San Francisco, Rafaela, Gálvez, Rosario, Santa Fe, Paraná, y otros pueblos vecinos. Aparecieron presurosos con sus chatas, sus camionetas destartaladas, sus damajuanas llenas de agua, sus limpios trapos para usar de vendas, sus herramientas de trabajo, sus escaleras y todo su coraje. A la hora del accidente muchos ya se habían levantado y se preparaban para un sábado, día laboral algo más tranquilo que los del resto de la semana, ya de por si tranquila. Pero cuando se enteraron del siniestro, la pachorra sabatina se terminó. Y cuando los heridos que eran muchos llenaron la sala de primeros auxilios de dolor y de sangre, de llanto y de gritos, todo un pueblo vio al vecino Mignola llevar en brazos a una chica muy herida hasta su humilde casa, y a don Sebastián, el panadero, socorrer a un muchacho con la cabeza ensangrentada, estos son sólo algunos ejemplos de los muchos casos de ayuda desinteresada que protagonizaron los valientes pobladores. Horas después, el jefe de policía de Santa Fe coronel Carlos Alberto Ramírez, que encabezaba el trabajo de sus hombres, preguntó asombrado quién es ese paisano corpulento que con la cara bañada en lágrimas ayudaba a cargar cadáveres en una camioneta policial. “Es Oscar Giorda” le dijeron, y volvió a preguntar “¿Policía del pueblo?” “No señor, no, él es un vecino más”. El coronel sintió mucho respeto por ese paisano. A su lado quien le daba las respuestas, un hombre de camisa a cuadros y pantalón gris, sin demasiados protocolos, alto y canoso, Adolfo Bessone, Intendente del pueblo desde hacía veintisiete años. Cuando el caos terminó siendo organizado, el sol pegaba con 33º de temperatura. José Luiseto abrió la puerta de su casa, y con voz nerviosa le dijo a Clara, su mujer: “Saca todo de la cama y prepara agua hervida, Clara entendió sin mayores explicaciones. Juntos atendieron a tres heridos hasta que 5 horas después un médico llegó a su domicilio. Ejemplos de vida, valor, coraje, abnegación y solidaridad se vivieron por doquier, en aquel pequeño pero gran pueblo.
Bianchini detenido
Detenido en la comisaría de Sa Pereira, lo ubicaron en una habitación para el personal ya que no tiene calabozo, porque el delito más grave del pueblo no pasaba más allá de una fuerte borrachera, el recinto de paredes rosas surcadas por unas raras manchas de humedad que la ennegrecen formando raros dibujos, que tal vez en la imaginación de Bianchini forman ahora la imagen de un camión que es arrollado por un tren. Con un acoplado destruido al costado de las vías, y el semáforo con campanilla estridente funcionando casi hasta dos horas después del choque y silenciado cuando fue desconectado.
Los bomberos de las localidades vecinas, San Gerónimo y Esperanza, inician el rescate en los coches más dañados por el impacto. Foto color verde: Llegada del tren a Retiro con los pasajeros sobrevivientes del accidente. 
Colaboración de Guillermo Néstor Ramos, General Pacheco, febrero 2001. Fuente: Texto y fotos recopilación de los testimonios de su hermano y revista Gente
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Origen del nombre de la estación y el pueblo 
Fundado por la familia Sa Pereira en 1886. La historia del pueblo comenzó en 1880 cuando Eduardo de Sa Pereira heredó de su padre, Domingo de Sa Pereira, una estancia ubicada al sudoeste de Esperanza. Eduardo de Sa Pereira decidió donar parte de las tierras para permitir el paso de las vías del Ferrocarril Central Argentino, y construir la estación y los edificios públicos en 1886. El 15 de octubre de 1886, fecha de fundación de la localidad, el Gobierno aprobó los planos. El Ferrocarril habilitó la estación, del ramal Rosario-Tucumán, en febrero de 1887. El creador del pueblo quería que éste llevara el nombre Santa María, pero, finalmente, se impuso el nombre de la estación: Sa Pereira. El 27 de marzo de 1888, fue creada la comuna, que tiene una extensión de 215 kilómetros cuadrados, sobre la ruta nacional 19, que une Santa Fe con Córdoba y al sudoeste de Esperanza.
La estación Sa Pereira
Fuente: Argentina Pueblo a Pueblo
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Al cumplirse 30 años de la tragedia 
La tragedia de Sa Pereira todavía cruje en la memoria
El 25 de febrero de 1978 El Litoral titulaba: "Un convoy procedente de Tucumán embistió a un camión. Habría más de 40 muertos". Los números finales del terrible accidente arrojaron la cifra de 55 muertos y varias decenas de heridos. Se constituyó en uno de los peores accidentes ferroviarios de la historia argentina.
Hoy se cumplen 30 años de la tragedia de Sa Pereira, uno de los peores accidentes ferroviarios de la historia que dejó un luctuoso saldo de 55 personas fallecidas. En las crónicas periodísticas se ponía de relieve el incesante transitar de ambulancias, bomberos y móviles policiales desde y hacia Santa Fe y Sa Pereira por la Ruta 19 para atender la enorme cantidad de accidentados.
El hecho se desencadenó a las 7.22 del sábado 25 de febrero, cuando, luego de cruzar un colectivo de larga distancia, lo siguió en la maniobra un camión Ford F 600 modelo 1976 con caja y acoplado térmico, con una carga con 25.000 kg de grasa comestible y latas de corned beef, que debía llegar a Córdoba con su carga y fue impactado por el Estrella del Norte que había partido de San Miguel de Tucumán y tenía como destino la estación Retiro. El convoy llevaba 2.130 pasajeros, casi la misma población que sería testigo del accidente.
El convoy que era conducido por Antonio Gore no pudo evitar el choque y la tranquilidad del pueblo fue quebrada por el estruendo del acoplado pulverizándose. Según la crónica de Grandes Catástrofes Ferroviarias, una web creada por Juan Enrique Gilardi en 1999, la locomotora "había saltado de las vías y se desplomaba volcando paralelo a ellas, el tren siguió su recorrido por cientos de metros hasta que los dos coches del centro se fundieron incrustándose entre sí en un abrazo de hierros y maderas".
Para los vecinos que se empezaban a acomodarse frente al nuevo día, luego del estruendo, "se escucharon gritos de espanto y dolor que crecieron y que después se fueron apagando hasta convertirse en un coro desentonado de quejidos".
Los habitantes de Sa Pereira, superados por un centenar de los pasajeros del tren se fueron multiplicando para ayudar, obedecieron órdenes de policías y bomberos que iban llegando desde San Jerónimo, Esperanza, San Francisco, Rafaela, Gálvez, Rosario, Santa Fe, Paraná, así como de otras poblaciones vecinas.
Horas después, el jefe de policía de Santa Fe, coronel Carlos Alberto Ramírez, que encabezaba el trabajo de sus hombres, preguntó asombrado quién era ese paisano corpulento que, con la cara bañada en lágrimas, ayudaba a cargar cadáveres en una camioneta policial. "Es Oscar Giorda", le dijeron, y volvió a preguntar: "¿Policía del pueblo?". "No señor, no; él es un vecino más", le respondieron.
Fuente: El Litoral.com | Lunes 25 de febrero de 2008 - Santa Fe - Argentina

Morpeth, 1969-1984

En el primer descarrilamiento que hubo en Morpeth por exceso de velocidad, una potente Deltic se salió de la curva dando tumbos al doble de la velocidad permitida. Quince años más tarde ocurrió prácticamente lo mismo. ¿Por qué no aprendemos del pasado?

7 de mayo de 1969
Alrededor de la una y media de la madrugada del 7 de mayo de 1969, el Aberdonian, el tren de coches-cama de las 19:40 de King's Cross a Aberdeen, se aproximaba a la curva de Morpeth, al norte de Newcastle, procedente del sur, a una velocidad de 128 kilómetros por hora. La locomotora era una de las potentes diésel Deltic, la N° 9011. La limitación de velocidad de la línea era de 160 kilómetros por hora, pero en la estación de Morpeth, la vía tiene una curva tan cerrada que se impuso un límite de velocidad de 64 kilómetros por hora. Cuando el maquinista inició el servicio en Newcastle acababa de recibir una nota en la que se le pedían explicaciones sobre el retraso de un tren que él había conducido dos semanas antes, y en el momento crucial estaba pensando en aquel viaje. Fue una distracción fatal. Cuando la pesada locomotora descarriló en la curva de Morpeth, a una velocidad de 128 kilómetros por hora, en vez de ir por debajo del  límite de  64  kilómetros por hora,  el  maquinista  volvió  a  la  realidad. La locomotora permaneció en la vía, pero el tren descarriló totalmente. Los coches quedaron desenganchados en dos grupos, algunos volcados y otros empotrados en los coches contiguos. Varios de ellos quedaron muy dañados, aunque su estructura de acero, de finales de los años 50, impidió que quedaran totalmente destruidos.
Murieron  cinco  pasajeros  y  el  interventor,  y  121 pasajeros  resultaron heridos, quedando hospitalizados 46 de ellos. Parece ser que el furgón de equipajes que estaba junto a la locomotora fue el primero en descarrilar; la fuerza centrífuga inclinó el coche hacia la izquierda, levantando de la vía las ruedas de la derecha. El resto del tren le siguió en el descarrilamiento. La fuerza del impacto fue tan grande que arrancó grandes fragmentos de vía que saltaron violentamente hacia arriba, y se metieron en los compartimientos a través de los bastidores.
El Aberdonian, un tren de coches cama de King's Cross a Aberdeen arrastrado por una locomotora diésel Deltic N° 9011 se aproximaba a la curva de Morphet a 128 km/h. En un momento de distracción, el maquinista no vio la restricción de velocidad de 64 km/h. que tenía delante, continuando hasta descarrilar. La locomotora y lo que había a continuación del coche mixto avanzaron 462 metros después de descarrilar, dejando el resto del tren desperdigado. Murieron cinco pasajeros y el interventor.
¿Aprendemos de la experiencia?
En la investigación, el maquinista admitió que estaba despistado. El encargado de la investigación opinaba que los maquinistas deberían ser advertidos de manera más patente sobre las restricciones fijas de velocidad, pero no estaba seguro de que debiera adoptarse universalmente un nuevo sistema de aviso. El asunto que más preocupaba a la persona a cargo de la investigación era dotar a los trenes de alta velocidad de las líneas principales de una protección extra. Por ello, aconsejó la implantación de un sistema de paneles de aviso que mostraran el límite de velocidad en cifras que se iluminaran de noche, a distancia de frenado de la restricción. Debería haber, además, un sistema automático de aviso "ASFA" (Anuncio de Señales y Frenado Automático) consistente en un equipo magnético permanente situado en la vía que avisara acústicamente al maquinista en la cabina, así como cuando no hubiera vía libre. Esas recomendaciones eran para aplicar sólo en los tramos con velocidades límite de al menos 120 km/h, donde se requería una reducción de velocidad de un tercio o más, por ejemplo, de 120 km/h.  a  80  km/h.  o  menos.  Esas  directrices  eran  complejas,  ya que algunas restricciones estaban señaladas, pero otras, en la misma ruta, quizá unos cuantos kilómetros más allá, no lo estaban. Los tramos con un límite de velocidad inferior a 120 km/h. no estaban protegidos por el nuevo sistema. Que todo esto era una locura se demostró tan sólo tres años más tarde en los alrededores de Londres. Un tren que circulaba por Eltham Well Hall, en un tramo con una velocidad de itinerario de 96 km/h, descarriló porque no redujo la velocidad para tomar la curva de la estación, que estaba restringida a 32 km/h. Murieron cinco pasajeros y el maquinista y hubo 126 heridos. Pero, aún así, el encargado de la investigación no estaba convencido de la necesidad de una protección más adecuada a los trayectos de velocidades inferiores. En cambio introdujo un sistema de aviso utilizando señales de restricción. Pero no se tomó en cuenta que, con frecuencia, las restricciones de velocidad se aplicaban en cascada durante varios kilómetros, por ejemplo de una limitación de 160 km/h. se pasaba a 130 km/h, a 96 km/h, hasta llegar a 80 km/h. Ninguna de estas reducciones de velocidad cumplía las reglas de los nuevos avisos.
La terrible fuerza del descarrilamiento de 1969 rompió los enganches e hizo que el Aberdonian acabara desmembrado en cinco partes. Los coches resistieron bien el impacto, pero sufrieron considerables daños.
4 de julio de 1984
Al filo de la medianoche de un 4 de julio de 1984, se repitió prácticamente el mismo accidente ocurrido en Morpeth, pero en dirección contraria. El Aberdeen de las 19:50 con destino King's Cross, que llevaba una locomotora Serie 47 N° 47452, entró en la curva de Morpeth a una velocidad cercana a los 144 km/h. Las mejoras realizadas en las vías habían permitido un aumento general de la velocidad, de modo que la restricción en la curva era ahora de 80 km/h. y la velocidad de itinerario procedente del norte iba reduciéndose de 160 km/h. a 128 km/h. y luego a 112 km/h. en sólo 1,6 km. Estas reducciones de velocidad no estaban protegidas con el nuevo sistema de aviso. A pesar de las restricciones de velocidad más altas, el tren se salió al tomar la curva. Fue un descarrilamiento espectacular. La locomotora y los dos primeros coches hicieron la tijera, quedando de costado y cruzados sobre ambas vías. El resto del tren siguió en línea recta, abandonando la vía, y los nueve coches siguientes chocaron contra las casas más cercanas, volcando todos ellos de lado. No hubo víctimas, aunque dos empleados de los coches cama y el maquinista tuvieron que ser hospitalizados.
Quince años después del primer descarrilamiento, otro expreso se aproximaba a la curva de Morpeth, pero esta vez procedente del norte. Su velocidad, de casi 140 km/h superior al límite de velocidad de 80 km/h, hizo que el tren descarrilara. La locomotora y muchos de los coches hicieron la tijera, chocando algunos de ellos con las casas que había allí al lado. Sorprendentemente no hubo víctimas ni en las casas ni en el tren. Aún así, la fuerza del tren al salirse de la curva fue tal que las grúas tuvieron grandes dificultades para levantar la locomotora, la N° 47452 de la Serie 47, del bancal donde había quedado empotrada. El equipo de rescate entró en la cabina por el parabrisas roto para rescatar al maquinista herido. 
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En 1984, la composición de coches cama de las afueras de Londres descarriló en la curva de Morpeth, y los coches fueron arrancados de sus bogies y lanzados contra las casas que había allí cerca. Sorprendentemente, a pesar de la espectacularidad del accidente, no hubo víctimas en este segundo mayor descarrilamiento causado por un exceso de velocidad en esa peligrosa curva.        
¿Qué ocurrió?
Morpeth 1969
Causas:Velocidad excesiva, el doble de la permitida de 64 km/h, por un despiste del maquinista. La señal de velocidad restringida al principio de la curva no estaba iluminada, iluminándose demasiado tarde, cuando la restricción se había obviado. 
Medidas tomadas-Nuevos avisos previos: un disco con las cifras que indican la velocidad, iluminado de noche, (abajo, a la derecha) a la pertinente distancia de frenado de la restricción, además de una señal previa de aviso de reducción de velocidad y un aviso acústico 182 m. antes de la señal. Además, señales previas para usar allí donde la limitación general de velocidad de la línea sea al menos de 68 km/h y se requiera reducir la velocidad en un 33% o más.
Morpeth 1984
Causas: Exceso de velocidad, de 136 a 144 km/h , en vez de los 80 km/h permitidos. El maquinista no se encontraba bien físicamente y, tras sufrir un ataque de tos, perdió la concentración. Un moderado consumo de alcohol antes del trabajo, según admitió, le pudo provocar somnolencia. Cualquiera de las dos causas pudo hacerle perder el control del tren.
Las medidas recomendadas en 1969 no permitían el uso de las señales de restricción en cascada.
Principales recomendaciones: Ampliar el reglamento de normas de instalación de avisos indicadores previos y "ASFA" para restricciones continuadas, incluso en las líneas con limitaciones generales entre 54 y 68 km/h Controles más estrictos que eviten que el personal entre de servicio bajo los efectos del alcohol. Un dispositivo de seguridad que no falle si el maquinista pierde el control. Protección automática para evitar que los trenes excedan las limitaciones de velocidad.


La investigación del accidente
El maquinista no se encontraba bien, y admitió además, que bebió un poco de alcohol antes de iniciar el viaje. El hecho es que después del primer descarrilamiento de Morpeth en 1969 las medidas que se adoptaron no, previnieron un accidente similar. Por otra parte, el 23 de noviembre de 1983 había habido otro descarrilamiento, de un tren de alta velocidad en Paddington, porque el maquinista no redujo la velocidad cuando se aproximaban la estación. Cogió el primero de una serie de enlaces a 96 km/h, en vez de hacerlo a los 40 km/h estipulados. En ninguno de los dos accidentes de Morpeth el dispositivo de seguridad del maquinista ("Hombre/Muerto") evitó que el tren continuase a esa velocidad. El sistema "H-M" consiste en un pedal que ha de ser pisado por el maquinista; si éste está inconsciente y no ejerce presión con el pie, se activa y se produce el frenado de emergencia. En la segunda investigación, el encargado de la misma aconsejó que debían incluirse las restricciones de velocidad en cascada. Quedó también patente que el sistema "ASFA" no siempre era efectivo a la hora de impedir que los maquinistas se saltaran señales de peligro. El equipo de investigación discutió la idea de dotar a los trenes de una protección automática (ATP) con un sistema de señalización entre la vía y el tren que diera al maquinista en su cabina una información gráfica de la velocidad que debería llevar. Si el maquinista excediera la velocidad marcada, se activaría automáticamente el sistema de frenado. También se discutió el sistema "H-M". Si durante un cierto tiempo no realiza ningún movimiento, salta una alarma acústica que debe contestar para demostrar que tiene todo bajo control. Entonces, ningún maquinista podrá obviar una restricción de velocidad, ya que si no circula a las velocidades señalizadas el tren se parará de manera automática.

Fuente: El Mundo de los Trenes - Ediciones del Prado S.A. - Madrid (España) - 22 de agosto de 1997

Polmont, 1984

Cuando a George Stephenson le preguntaron qué pasaría si un tren chocara con una vaca, contestó: "Pues, que la vaca lo pasaría mal". En esta ocasión, en Polmont, no sólo murió la vaca, sino, además, 13 pasajeros al descarrilar un tren que iba a 137 kilómetros por hora el 30 de julio.

A última hora de la tarde del lunes 30 de julio de 1984, con un tiempo bueno y despejado, los trenes de la línea Edimburgo-Glasgow circulaban con normalidad. Esta línea cuenta con trenes frecuentes entre las dos mayores ciudades escocesas, y además sirve a algunas de las ciudades que se encuentran en el importante corredor Forth-Clyde.
Operación de marcha reversible 
En 1984, los trenes expresos estaban programados cada media hora y hacían el recorrido de los 76 km que hay entre la capital escocesa y Glasgow entre 42 y 48 minutos, realizando de una a tres paradas intermedias en el itinerario. Los trenes tenían de extraordinario que operaban con marcha reversible, con una locomotora diésel Serie 47 en un extremo de la formación normal de seis coches; el sexto coche en el extremo opuesto iba equipado con una cabina de conducción y controles para hacer funcionar la locomotora por control remoto. La locomotora no estaba, por lo tanto, desacoplada del tren durante su trabajo habitual diario; empujaba al tren en una dirección, habitualmente de Edimburgo a Glasgow, y luego lo arrastraba en dirección contraria. Esta operación de marcha reversible se utilizaba con frecuencia en los días de la tracción a vapor en trenes locales o de líneas secundarias, por lo general con sólo dos o tres coches y a una velocidad baja, de unos 65 a 80 km/h.

Foto 1
Foto 1: Esta vista aérea muestra los seis coches del expreso Edimburgo-Glasgow tras chocar con una vaca. El coche remolque delantero está a la derecha, y el segundo coche a la izquierda, completamente descarrilados. 13 pasajeros murieron y 17 resultaron gravemente heridos. ➤ 
Sin embargo, en los años 70, se probó la operación de marcha reversible para los servicios expresos en unos cuantos itinerarios. Se vio por vez primera en 1967, en los trenes eléctricos expreso de Southern Region que circulaban entre Waterloo y Bournemouth, con una Unidad Eléctrica de cuatro coches acoplada a cuatro u ocho coches remolque, y circulando a la velocidad oficial límite de 145 km/h y en ocasiones llegando a los 160 km/h. El servicio Edimburgo-Glasgow, de Scottish Region, fue el primero en utilizar locomotoras diésel en operaciones regulares de marcha reversible y alta velocidad, con velocidades de más de 160 km/h. El tren Edimburgo-Glasgow de las 17.30 h del 30 de julio de 1984 estaba formado por uno de los trenes de marcha reversible, con la locomotora N° 47.707 en el extremo de Edimburgo y cinco coches Mark III entre la locomotora y el coche remolque con cabina en el extremo de Glasgow. Al igual que todos los trenes expresos de este servicio, el tren de las 17.30 horas paró en Haymarket poco después de dejar Edimburgo Waverley, pero al ser un tren de tráfico pendular hizo, además, otra parada en Linlithgow, cosa que evitaba la mayoría de los otros trenes expreso, y después se puso en marcha rápidamente a Falkirk High y luego a Glasgow Queen Street.
Un obstáculo inesperado 
Al oeste de la estación de Polmont, la línea a Falkirk Grahamston y Stirling se bifurca a la derecha; el tren de las 17.30 h continuó recto por la línea a Falkirk High. El tren debía haber alcanzado ya en ese punto los 137 km/h, y el maquinista empezaba a prepararse para la señal de parada de Falkirk High, cinco kilómetros más adelante. El tren iba aún a más de 130 km/h cuando entró en una curva suave a la derecha, unos 2,5 km después de Polmont, y el maquinista vio con gran horror una vaca parada frente al convoy. Generalmente, cuando una res o una oveja en la vía chocan con un tren, mueren instantáneamente; es muy raro que el tren sufra daños importantes. Pero la reacción del maquinista del tren de las 17.30 h al ver el animal frente a él fue la de activar el freno de emergencia, aunque no podía parar a tiempo. En sólo cuestión de segundos, el desafortunado animal fue atropellado, y en ese mismo corto espacio de tiempo el tren sufrió un efecto muy diferente. Una parte del animal fue a dar bajo el bogie delantero del coche remolque y, a pesar de las 33,5 toneladas de peso del coche y de una carga por eje de unas ocho toneladas, las ruedas del avantrén se deslizaron por encima del carril izquierdo y cayeron hacia la izquierda, descarrilando el bogie delantero. Las ruedas de la derecha siguieron por encima de las traviesas entre los dos carriles hasta la parte delantera del coche. Éste, que circulaba aún a toda velocidad a pesar de haber sido activado el freno de emergencia, viró tanto hacia la izquierda que las ruedas de la derecha chocaron contra el carril de la izquierda, volcando y rompiéndolo, lo que ocasionó un descarrilamiento general. El tren se precipitaba al desastre a toda velocidad. El coche delantero circuló descarrilado casi 200 metros, virando todo el tiempo hacia la izquierda. Allí la línea discurría por una trinchera, y el peso de los cinco coches y de la locomotora lanzó el coche delantero hacia delante y a la izquierda, hasta que no pudo seguir más y subió por el terraplén lateral. Llegó arriba y se rasgó, circulando entre el borde de la trinchera, la valla y una hilera de árboles durante unos 100 metros. Cuando finalmente se detuvo, viró en redondo, quedando la cabina del maquinista encarada hacia Edimburgo y el coche volcado en diagonal sobre un lateral debajo del terraplén. Uno de los bogies fue hallado en un árbol. 100 metros atrás de donde el coche había sido lanzado encima de la trinchera. Los destrozos seguían a medida que la inercia del veloz tren se disipaba; en cuanto al segundo coche, un Mark III de primera clase, quedó totalmente descarrilado y situado en sentido contrario, en la vía opuesta al lado de dos de los cuatro coches Mark III de segunda que lo habían adelantado antes de detenerse, ya dañados y descarrilados.
En primer plano, bogie trasero descarrilado del coche remolque volcado, el cual puede verse sobre el terraplén. El coche que hay al fondo del bancal es el tercer coche del tren.
Una reacción rápida evita una segunda colisión 
El drama no había acabado del todo: una segunda catástrofe fue evitada gracias a la vigilancia del maquinista del tren de marcha reversible Glasgow-Edimburgo de las 17.30 h, el cual estaba acelerando rápidamente a partir de la señal de parada de Falkirk High. El tren había alcanzado unos 105 km/h cuando el maquinista pasó una señal que mostraba un amarillo doble, lo cual significaba que debía parar en la segunda señal que se encontrara. Casi simultáneamente, el maquinista vio el descarrilamiento y cómo un coche daba una voltereta en el aire a pocos metros de él. Activó el freno de emergencia y su locomotora se paró a sólo 164 metros del tren descarrilado. Había estado muy cerca del desastre. Sin lugar a dudas, el número de víctimas habría sido mucho mayor si el segundo tren hubiera circulado hasta los restos del primero, aunque el balance del descarrilamiento de un solo tren fue de por sí bastante malo: 13 pasajeros murieron y 14 pasajeros y tres operarios del tren, entre ellos el maquinista, resultaron gravemente heridos.
La tarea de desentrañar las circunstancias del siniestro 
¿Cómo había llegado la vaca a la vía, y por qué un resultado tan terrible? El maquinista del tren quedó tan malherido que fue incapaz de recordar los detalles. El interventor, que iba en el coche remolque delantero tras haber finalizado un tumo de comprobación de los billetes, no pudo ser interrogado por motivos de salud hasta cinco meses después del accidente. El y otro operario del tren confirmaron después que se había activado el freno de urgencia justo antes de oír un ruido sordo, que debió ser el del momento en que el tren chocó con la vaca. Estas dos personas resultaron gravemente heridas, y tuvieron suerte de no perder la vida. El maquinista del tren Glasgow-Edimburgo de las 17.15 h fue el primero que vio la vaca. La vio en el talud de la vía impar (es decir, hacia Glasgow), pero no estaba sobre la vía y decidió dar el aviso al llegar a su siguiente parada en Polmont, 2,5 kilómetros más adelante. Su ayudante estaba hablando de ello con el personal de la estación, cuando el Edimburgo-Glasgow de las 17.30 h pasó a toda velocidad en sentido contrario. El maquinista del tren de las 17.15 h contó al inspector jefe de la investigación, el comandante A. G. B. King, que si hubiera visto la vaca en la vía o un rebaño de ganado, habría parado en la señal más cercana, habría puesto los petardos, y colocado el clip del circuito de vía para que las señales indicaran peligro, además de telefonear al guardagujas. Cerca de la valla de un paso a nivel con una carretera, a unos 260 km, dirección Glasgow, del lugar donde finalizaba el tren de las 17.30 h, había un paso a nivel abandonado que había sido destrozado: ése fue probablemente el lugar por donde pasó la vaca, la cual debía estar deambulando a lo largo de la línea y de las trincheras en busca de hierba. El personal fijo del itinerario contó al inspector jefe que era difícil mantener las vallas de esa zona en buen estado debido al frecuente vandalismo, y que, aunque se reparara rápidamente, enseguida volvían a destrozarlas. Se sometieron a examen fórmulas para mejorar tanto el informe de los daños como las reparaciones pertinentes. En los cinco años anteriores al accidente, el ganado se había metido en la línea entre Glasgow y Polmont en siete ocasiones, y había chocado con trenes. Tres veces un coche remolque de un tren de marcha reversible había chocado contra un animal, mientras que otras veces fueron una locomotora o una Unidad Múltiple los vehículos implicados. En ninguna de esas ocasiones, hubo descarrilamiento. De hecho, en la totalidad de líneas de British Rail, de 1974 a 1984 se dieron 1.096 colisiones con animales, pero, de ellas, sólo 24 acabaron en descarrilamientos, sin víctimas.
Esta foto se ha hecho de cara al extremo frontal del tercer coche. El segundo coche está a la izquierda, totalmente girado a consecuencia del descarrilamiento. Los trabajadores de la operación rescate buscan supervivientes entre los restos del accidente.
¿Se deben utilizar coches ligeros? 
La mayor parte de la investigación se centró en la comparación entre la operación de marcha reversible. con un coche delantero relativamente ligero, y la marcha reversible con una locomotora potente. Los ingenieros hablaron de las numerosas pruebas llevadas a cabo con trenes de marcha reversible, diésel o eléctricos, de alta velocidad antes de la introducción de este tipo de servicios entre Waterloo y Bournemouth, en 1967, y entre Edimburgo y Glasgow, en 1979. Sin embargo, las pruebas, como es lógico, no se habían realizado pensando qué ocurriría si el tren chocara con un animal. Tras el accidente de Polmont, se miraron los archivos, pero en ellos no se encontró ninguna ocasión en que la colisión contra un animal acabara con víctimas humanas. Las pruebas realizadas con las operaciones de marcha reversible de alta velocidad se habían centrado en su mayor parte en las fuerzas de tracción y frenado, y en el funcionamiento del material móvil cuando la locomotora o la Unidad Motora estaba situada en la cola del tren. Los ingenieros hicieron notar al comandante King que el coche remolque delantero de un tren de marcha reversible se diferenciaba poco de las Unidades Múltiples remolcadas, diésel o eléctricas, que se habían estado utilizando durante muchos años. Todos estos coches remolque tenían quitapiedras o defensas, los cuales consistían en unos salientes de hierro en ángulo que se extendían hacia abajo desde el armazón del bogie, frente a las ruedas delanteras, hasta cinco centímetros del carril. El cometido de las defensas es echar fuera de la vía cualquier pequeño obstáculo. 
La solución en el resto de Europa 
También se realizó un estudio de los métodos utilizados en el resto de Europa, donde los trenes de marcha reversible funcionaban sin ningún problema en líneas que, con frecuencia, no estaban valladas. Sólo en Gran Bretaña las líneas férreas tenían que estar valladas (a excepción de unas cuantas líneas locales) para evitar que ni personas ni animales pudieran cruzar las vías. En el resto de Europa, son los granjeros los responsables de vallar sus tierras para que sus ganados no invadan las vías. Algunos ferrocarriles europeos dotan a sus trenes de quitanieves, que, además, apartan cualquier estorbo del camino. Pero un quitanieves no está pensado para resistir un impacto fuerte y puede romperse, caer debajo de las ruedas y provocar más destrozos que el obstáculo en sí. Aunque, según parece, los deflectores, algo parecido a las defensas de las locomotoras americanas y algunas otras, son los dispositivos más convenientes.
La locomotora N° 47.707 descarriló a la izquierda y se quedó encima de un carril girado. El maquinista resultó gravemente herido, y el total de 13 muertos hubiera sido mucho mayor de no ser porque el maquinista del tren Glasgow-Edimburgo de las 17.30 h reaccionó tan pronto como vio frente a él el descarrilamiento.
Las terribles consecuencias 
Cuando el tren de las 17.30 h Edimburgo- Glasgow, un tren de marcha reversible de alta velocidad, chocó con una vaca a una velocidad aproximada de 137 km/h, los restos del animal fueron a parar al bogie delantero del coche remolque y levantaron las ruedas delanteras dejándolas fuera de la vía. A pesar de haberse accionado el freno de urgencia, la fuerza del tren hizo que el coche delantero saliera catapultado al terraplén izquierdo de la trinchera, donde fue derribando una hilera de árboles y el muro divisorio durante unos 100 metros, para acabar después girando en redondo y cayendo sobre un lado. El segundo coche también salió disparado de delante a atrás.
Marcha reversible 
La operación de marcha reversible se introdujo en el servicio Edimburgo- Glasgow en 1979, utilizándose locomotoras de las Series 47/7 que habían sido modificadas para tal propósito; los coches Mark III y Mark II fueron convertidos en coches remolque con cabina de conducción (DBSO). La siguiente gran puesta en servicio de la operación con marcha reversible se hizo en 1984, en el Expreso de Gatwick, en el que 77 coches arrastrados por locomotoras se han transformado en Unidades permanentemente acopladas de dos y tres coches.
Recomendaciones 
El inspector jefe recomendó que se modificara el reglamento, de modo que cualquier animal que irrumpiera dentro de las vallas de un ferrocarril fuera considerado un peligro potencial inmediato para los trenes, debiéndose informar de ello y proteger las vías. El inspector recomendó asimismo mejorar los informes de los daños ocasionados en las vallas cercanas a los campos donde pasten animales, y darle una gran prioridad al hecho de impedir el vandalismo y la invasión de las vías, la introducción de un sistema de radio tren-cabina de señalización para mensajes urgentes y la adopción de medidas para evitar descarrilamientos. Finalmente, el comandante King dijo que debería hacerse un estudio de la posibilidad de descarrilamiento cuando se utilizan coches remolque en la parte frontal del tren, en vez de una locomotora o un coche motor potente, como la Unidad InterCity 125. Se podían incorporar deflectores a los coches motores para que sacaran fuera de la vía las posibles obstrucciones. En la actualidad, se utilizan coches remolques en los trenes de marcha reversible que circulan a más de 160 km/h en los itinerarios de la Costa Este y Oeste que parten de Londres.
Fuente: El Mundo de los Trenes - Ediciones del Prado S.A.- Madrid (España) - 22 de agosto de 1997

Seer Green, 1981

El maquinista de una Unidad Diesel vacía se había detenido en medio de una fuerte nevada para quitar una rama de árbol que bloqueaba la línea. Mientras lo hacía, el tren de pasajeros que venía detrás se estrelló contra la cola y murieron cuatro personas.

Diciembre de 1981 fue uno de esos raros meses invernales del sur de Inglaterra en los que nieva antes de Navidad. Ya en la segunda semana, las gélidas temperaturas y las fuertes nevadas afectaban a algunas zonas del sudeste, en particular, las tierras más altas, como Chiltem Hills. En las profundas trincheras de la línea de Maryiebone a High Wycombe, entre Gerrards Cross y éste, los árboles estaban muy crecidos y las ramas se extendían por encima de las vías. El jueves 8 de diciembre, día de la primera nevada intensa, las ramas empezaron a combarse por el peso de la nieve y los trenes las rozaban a su paso. En el amanecer del 11 de diciembre, estaban combadas al máximo. Un tren de primera hora de la mañana informó que había chocado contra algunas ramas al pasar por una trinchera entre Gerrards Cross y Seer Green. Eran aproximadamente las 7 de la mañana, y a esa hora las cabinas de enclavamientos que estaban abiertas eran West Ruislip y High Wycombe. Gerrards Cross, entre ambas, estaba cerrada; el equipo de señalización de bloqueo corría a cargo de las dos anteriores. La señalización entre Gerrards Cross y High Wycombe era inusual, puesto que había sido racionalizada sobre la base poco sistemática aplicada en tiempos pasados, cuando cada estación tenía su propia cabina de enclavamientos.

Las cuatro víctimas mortales viajaban en el coche delantero del tren de pasajeros que se estrelló contra el coche de cola del tren vacío. El segundo tren debería haber circulado más despacio y el primero debería haber sido protegido con señales detonadoras, aunque probablemente el accidente se habría producido en cualquier caso.
Más allá de la señal de salida de la vía impar, la línea tenía circuito de vía durante casi 10 km, hasta un punto situado justo a la salida del túnel de Whitehouse en dirección a High Wycombe. Había tres señales luminosas de parada en las estaciones de Seer Green y Beaconsfield e inmediatamente después del túnel. La señal de Seer Green estaba controlada por el guardagujas de Gerrards Cross, y la de Beaconsfield funcionaba automáticamente. 

La del túnel de Whitehouse era lo que se denominaba una señal intermedia de bloqueo de entrada; también estaba controlada por Gerrards Cross. La sección de bloqueo normal iba desde esta señal hasta la primera de las de High Wycombe. Por tanto, según el sistema de bloqueo, el guardagujas de Gerrards Cross no tenía que ofrecer trenes a High Wycombe hasta que estuvieran al menos en Beaconsfield y dirigiéndose hacia la señal de bloqueo intermedia de Whitehouse.El siguiente tren que circulaba por la línea era el de las 7.25 h, de Maryiebone a Princes Risborough, que iba vacío. Se trataba de una Unidad Diesel de cuatro coches de la Serie 115. Estas Unidades se encargaban de todo el tráfico de pasajeros en la ruta de Maryiebone a High Wycombe y Princes Risborough. Constaban de un coche motor en cada extremo y dos coches intermedios. El tren vacío de las 7.25 h. fue obligado a detenerse en West Ruislip, donde el guardagujas informó al maquinista de los árboles sobre la vía cerca de Gerrards Cross y le dijo que tenía que circular con extrema precaución. El tren prosiguió su camino hacia Gerrards Cross, pero el guardagujas de esta cabina había llegado bastante tarde a su puesto. Estaba nevando mucho; vivía en Ayiesbury, a 38 km, y aunque intentó ir al trabajo en motocicleta no llegó muy lejos dadas las condiciones meteorológicas, así que tomó un tren de mercancías desde Ayiesbury que pasaba por Gerrards Cross y abrió la cabina de enclavamientos a las 7.50 h. La Unidad Diesel vacía ya estaba en el cantón posterior a West Ruislip. Cuando llegó a Gerrards Cross, el guardagujas, que ya había tenido noticia del problema de árboles, la detuvo y también dijo al maquinista que circulara con la máxima precaución hasta Seer Green y que tuviera cuidado con los árboles. El guardagujas puso la señal de salida en vía libre, pero le costó mucho mover la palanca. La Unidad siguió su marcha y aquél vio por las luces rojas de su cuadro de vías que el tren se encontraba en el cantón hacia Seer Green. Volvió a poner la señal de salida en peligro.

El mal tiempo del 11 de diciembre dificultó las labores de rescate: los bomberos y el personal sanitario tuvieron que descender hasta los trenes desde un puente que había sobre la vía. Afortunadamente, los restos del choque no interrumpieron la vía par y pudo llegar otro convoy al lugar de los hechos para evacuar a los pasajeros.

Tras transmitir a West Ruislip la señal acústica que indicaba que el tren vacío se dirigía hacia allí, le pidieron paso para un tren de pasajeros, la Unidad Diesel de las 7.31 h. de Maryiebone a Banbury, también de la Serie 115, que aceptó. La señalizó en el apartadero de andén, pero dejó en peligro la señal situada en el extremo de salida del andén, denominada señal de salida interior. La cabina de enclavamientos estaba entre esta señal y las agujas donde el apartadero volvía a unirse a la línea principal. Unos 300 m más allá estaba la señal de salida que daba paso al cantón que venía a continuación. El guardagujas puso la señal de entrada en vía libre, pero mostró un banderín rojo al maquinista para indicarle que se detuviera ante la cabina de enclavamientos. Así lo hizo, situándose a la altura de la cabina para recibir instrucciones. El guardagujas de Gerrards Cross sólo tenía que echar un vistazo al cuadro de vías para saber dónde estaban los trenes. Cuando detuvo al de pasajeros, le dijo al maquinista que era probable que hubiera árboles caídos y que debía conducir con precaución. Luego, trató de accionar la palanca de la señal de salida, pero estaba bloqueada en peligro. Pensó que la señal y los cables se habían helado, ya que le había costado tanto accionar la palanca cuando pasó el tren anterior. Echó un vistazo al cuadro de vías y creyó ver que las luces estaban encendidas en la sección entre Seer Green y Beaconsfield, lo que indicaría que el tren vacío seguía su camino hacia el próximo tramo de señalización automática. Se dio cuenta de que las luces del circuito de vía seguían encendidas en la sección entre su señal de salida y Seer Green, pero lo atribuyó a un fallo del circuito, causado probablemente por un árbol caído sobre las vías.
Un error fatal
El guardagujas le dijo entonces al maquinista del tren de las 7.31 h. que había un fallo en el circuito de vía y que siguiera adelante a pesar de la señal de peligro, aunque debía proceder con precaución. Pero al maquinista, aparentemente, le irritó esta indicación. El tren se puso en camino, pero en cuanto el guardagujas cerró la ventana y miró el cuadro vio que, aunque las luces seguían encendidas en el tramo entre Gerrards Cross y Seer Green, no había luces correspondientes al circuito de vía de Beaconsfield ni en ninguna parte hacia la señal de bloqueo intermedia de Whitehouse. Comprendió que el tren vacío no había llegado a Seer Green, sino que seguía en el cantón al que acababa de enviar al tren de pasajeros de las 7.31 h. Se dirigió corriendo a la ventana y gritó en dirección a la Unidad, que iba ganando velocidad, pero nadie le oyó. El jefe de tren había estado asomado a la ventanilla del último coche mientras estaba detenido ante la cabina de enclavamientos, pero ya no volvió a ver al guardagujas después de emprender la marcha. El tren de las 7.31 h aceleró a partir de Gerrards Cross. Nevaba mucho, y la visibilidad a esa hora de la mañana era de menos de 180 metros. Testimonios posteriores aseguraron que el tren circulaba a 40 o 50 km/h, aunque alguien dijo que iba a la velocidad habitual. Fuera cual fuese la velocidad, el problema era que la Unidad Diesel vacía estaba detenida unos 3 km. más adelante. El maquinista de la de las 7.31 h. tenía pocas probabilidades de verla en medio de esa nevada, y, aunque aplicó el freno de emergencia y disminuyó la velocidad, embistió la cola de la otra a una velocidad de, al menos, 30 km/h. El coche de cabeza del tren de las 7.31 h. y el de cola del vacío se plegaron como un acordeón, y trozos de los laterales y del techo salieron despedidos. La parte frontal del coche de cabeza del tren de las 7.31 h. quedó destrozada; murieron el maquinista y tres pasajeros (un adolescente y dos colegiales). Otros quedaron atrapados entre los restos. La profunda trinchera y las condiciones meteorológicas dificultaron las operaciones de rescate. Aunque más adelante había un puente sobre la vía, los bomberos y el personal sanitario tuvieron que descender utilizando cuerdas. Estaba claro que iba a ser difícil evacuar a los heridos, así que se envió otro tren por la vía par. Los pasajeros que podían caminar y los heridos fueron trasladados a la estación de Seer Green, donde esperaban las ambulancias. La investigación llevada a cabo tras el accidente fue dirigida por el comandante C. F. Rose. Como el guardagujas sólo llevaba un mes trabajando, en la encuesta se revisó la formación que había recibido, de cinco meses de duración y en la que había realizado prácticas en la cabina de enclavamientos de Gerrards Cross. Pero, tras examinar todos los factores, el comandante Rose llegó a la conclusión de que, al permitir que el tren de las 7.31 h. entrara en el cantón que conducía a Seer Green, ocupado por el tren vacío, el guardagujas era el principal responsable del accidente. No obstante, hubo otros factores en juego. Las condiciones meteorológicas eran extremadamente malas; la intensa nevada reducía mucho la visibilidad y, aunque el guardagujas, tras darse cuenta de su error, trató de avisar al tren de las 7.31 h. con sus gritos, nadie pudo verlo ni oírle.

La construcción por separado del bastidor y del resto del vehículo, propia de la era de la modernización, plantea el inconveniente de que los coches pueden plegarse como acordeones en una colisión. En este caso, el pesado bastidor del tren de pasajeros se montó sobre el del tren detenido, destruyendo los cuerpos relativamente poco sólidos de ambos.

¿Cuál fue el error?
El jefe del tren de las 7.31 h. le dijo al comandante Rose que la señal de salida indicaba vía libre, aunque la única forma en que podía haberla visto hubiera sido mirando por la ventanilla a unos 300 metros más allá de la cabina de enclavamientos; sin embargo, había dicho que la cerró tras sobrepasar la cabina. Si hubiera estado asomado, habría oído los gritos del guardagujas, que sí escuchó un pasajero que esperaba en el andén de la vía par. La señal, de hecho, indicaba peligro por la disposición de los circuitos de vía. El maquinista de la Unidad Diesel vacía había telefoneado a la cabina de enclavamientos de High Wycombe, desde el poste de señales, para notificar que se había detenido porque había una rama atravesada en la vía y que le iba a llevar unos minutos retirarla. ¿Transmitió esta información el guardagujas de High Wycombe a su colega de Gerrards Cross? ¿El maquinista condujo realmente con precaución el tren de pasajeros tras abandonar Gerrards Cross? Los testigos estimaron que iba a una velocidad de unos 55 km/h. cuando entraba en la trinchera de Seer Green, demasiado alta dadas las condiciones. Si hubiera conducido más despacio, la colisión habría sido menos grave, o incluso se habría evitado. La Unidad Diesel vacía sólo llevaba parada allí unos minutos. El reglamento estipula que si un tren se detiene por una emergencia hay que protegerlo con señales detonadoras. Una protección completa implicaría que el jefe de tren retrocediera a pie una milla para colocar un petardo a un cuarto de milla, otro a media milla y tres más a una milla separados entre sí a intervalos de 20 metros. Esta operación llevaría al menos 15 ó 20 minutos con buen tiempo. Con semejante nevada, el ferroviario probablemente no habría recorrido más de 180 metros antes de que llegara el tren de pasajeros. Como el maquinista creyó que podría quitar la rama en cinco minutos la dotación no pensó en proteger el tren de este modo ya que, en definitiva, la línea estaba protegida por el circuito de vía. Fue un trágico accidente en el que intervinieron viejos semáforos, modernas señales luminosas y circuitos de vía. El comandante Rose dijo que se produjo por una combinación de errores y malentendidos. Aunque en ese momento no propuso ningún cambio importante en la señalización, sí alentó la instalación de una moderna, controlada localmente, entre West Ruislip y High Wycombe. No llegó a realizarse porque toda la línea entre Maryiebone y Banbury fue reseñalizada en 1991. actualmente está dirigida por control electrónico integrado

Una combinación de errores
El inexperto guardagujas de Gerrards Cross envió un tren vacío hacia Seer Green. Cuando, más tarde, trató de poner en vía libre su señal de salida para un tren de pasajeros que esperaba ante la cabina de enclavamientos, no pudo mover la palanca. En consecuencia, le dijo al maquinista que ignorara la señal pero que circulara con precaución. El guardagujas se dio cuenta demasiado tarde, al ver el cuadro de vías, de que la señal estaba bloqueada en peligro porque el tren vacío anterior permanecía en esa sección. El maquinista contribuyó a empeorar el accidente al circular demasiado rápido para las condiciones meteorológicas reinantes.

Recomendaciones
La principal responsabilidad del accidente recayó sobre el guardagujas de Gerrards Cross, por decirle al maquinista del tren de las 7.31 h que ignorara la señal de salida que indicaba peligro, cuando el cantón estaba ocupado por la Unidad Diesel vacía: se equivocó al consultar el cuadro de vías. El maquinista del tren de las 7.31 h, condujo demasiado rápido. Según el reglamento, el tren detenido debería haber sido protegido con señales detonadoras, pero el comandante Rose sugirió que las normas no se cumplían a rajatabla ya que, a menudo, era más rápido eliminar un obstáculo pequeño que llevar a cabo el procedimiento de protección completo. Se sugirió que se establecieran conexiones por radio entre los trenes y las cabinas de enclavamientos. Además, se recomendó instalar luces rojas de cola más brillantes en los nuevos trenes. También se recomendó instalar una señalización moderna completa.

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El tren-grúa se ocupa de los restos del accidente. El guardagujas de Gerrards Cross confirmó que las luces de cola del tren vacío funcionaban. El examen de los restos y de las marcas de deslizamiento en la vía confirmaron los informes de los testigos, que indicaban que hubo un fuerte frenazo antes de la colisión. Se recomendaron luces de posición más brillantes para los nuevos trenes. 

Fuente: El Mundo de los Trenes - Ediciones del Prado S.A. - Madrid (España) - 22/08/1997