Introducción

Recopilación de descarrilamientos y choques en el mundo citando la fuente y créditos fotográficos. Sitio sin fines de lucro.

Accidente tren en EE.UU.

Tren descarrila en Collegedale al colisionar con camión hormigonera

20 de diciembre de 2022.- Una colisión entre un camión de concreto y un tren de Norfolk Southern en Collegedale, Tennessee, descarriló, dejando a una persona aparentemente con heridas leves y quedando el cruce donde ocurrió el incidente completamente bloqueado, según las autoridades.
El subjefe del Departamento de Policía de Collegedale, Jamie Heath, quien acababa de ser informado por los funcionarios en el lugar, dijo que el tren descarriló después de que el camión que se dirigía al proyecto vial de Apison Pike se atascó con una carga de concreto.
Los vehículos de emergencia responden a la escena del descarrilamiento de un tren de Norfolk Southern Railway en Collegedale el 20 de diciembre de 2022. Foto de Todd Pettibone Aviation Specialists Inc. 
"Un camión de construcción de carreteras que transportaba hormigón para el proyecto Apison Pike que se atascó en las vías debido al tráfico y no pudo despejar las vías antes de que pasara el tren y golpeara ese camión", dijo el martes en una entrevista telefónica. "Todos los que estaban en el camión o en el tren fueron evacuados. No hubo heridos graves. Una parte fue transportada al hospital solo para fines de evaluación, pero por lo que entiendo, no fue terriblemente grave".
Las locomotoras y algunos de los vehículos descarrilados. Foto por Todd Pettibone Aviation Specialists Inc. 

Los oficiales de emergencia aún estaban llegando a la escena mientras Heath hablaba.
"En este momento estamos trabajando con los Servicios Médicos de Emergencia del Condado de Hamilton, el departamento de bomberos y Norfolk Southern para investigar lo que sucedió", dijo Heath. "Llevamos aquí entre 10 y 15 minutos, y ahora mismo me están informando. Es un gran problema. Nunca había visto algo así".
Otra vista del accidente ocurrido el 20 de diciembre. Foto de Todd Pettibone Aviation Specialists Inc.
En un correo electrónico, el portavoz de Norfolk Southern, Connor Spielmaker, confirmó que se había producido la colisión entre el camión y el tren y agregó que hasta el momento no ha habido informes de que haya habido vehículos con materiales peligrosos involucrados. 
Foto proporcionada por el Departamento de Transporte de Tennessee - 20 de diciembre de 2022
Foto Tiffany Rozek
Fuente: Ben Benton (autor)

Descarrilamiento en Cercanías de Junín

16 de diciembre de 2022.- Una formación carguera de la línea San Martín protagonizó un aparatoso descarrilamiento a unos 30 km de Junín. El incidente, cuyas causas se desconocen de momento, provocó daños en la infraestructura y en el material rodante y tractivo. Por el hecho, los trenes cargueros deben realizar un rodeo por ramales secundarios, en tanto el servicio a Justo Daract debió ser reprogramado.
Una formación de Trenes Argentinos Cargas protagonizó este jueves un aparatoso descarrilamiento en la línea San Martín. El incidente se produjo entre las estaciones Las Parvas y Blandengues, a menos de 30 km de la estación Junín. La formación involucrada en el descarrilamiento se encontraba encabezada por la locomotora CRRC número 9427 y estaba compuesta por un conjunto de vagones tolva cerrados. El tren llevaba, además, como vehículo intermedio a la locomotora ALCO RSD 35 número 6467. 
Las causas del hecho aún no han sido determinadas y se encuentran bajo investigación. Según pudo reconstruir este medio, el descarrilamiento provocó daños variados en la infraestructura a lo largo de varios cientos de metros, así como visibles deterioros en el material rodante y tractivo involucrado. Técnicos de Trenes Argentinos Cargas se encuentran trabajando en el lugar para remover los vehículos siniestrados y reparar la infraestructura a la mayor brevedad posible.


La Junta de Seguridad en el Transporte (JST) ya tomó intervención en el hecho y anunció que llevará adelante una investigación que estará a cargo de la sede central (Buenos Aires).
A raíz del incidente, los trenes cargueros de la línea San Martín se encuentran realizando un rodeo por ramales secundarios, tal como lo hacían en tiempos en que estaba interrumpido el tráfico ferroviario por el pedraplén de la laguna La Picasa, reinaugurado en octubre del año pasado.
La magnitud del incidente obligó a reprogramar el servicio a Justo Daract, que partirá el sábado por la noche en lugar del viernes, arribando el domingo a la ciudad puntana.
Los servicios diarios desde y hacia Junín, en tanto, no se verán afectados, al no circular por el tramo donde ocurrió el descarrilamiento.
Cabe recordar que se trata del segundo descarrilamiento de una formación carguera de la línea San Martín esta semana: el pasado lunes, un tren cargado con carbón procedente de Mendoza descarriló al atravesar la vía cuádruple de la línea Sarmiento en Haedo, obligando a prestar servicios fraccionados durante buena parte de la jornada.
La infraestructura de la línea San Martín, aunque transitable, se encuentra notablemente deteriorada, lo que impide ofrecer velocidades y tiempos de viaje competitivos. Esta cuestión plantea serias dudas sobre la viabilidad del anunciado servicio a Mendoza, para el que se realizó una prueba de circulación la semana pasada.
Revertir la situación dependería, en última instancia, de fuertes inversiones en la infraestructura. Actualmente está en carpeta un proyecto con financiamiento chino para la renovación integral de 1813 km de vías de la línea en el corredor Retiro-Rufino-Rosario-Mendoza, pero lo cierto es que el acuerdo, a pesar de haber sido incluido en el Presupuesto 2023, está pendiente de ratificación y no tiene avances concretos por el momento.     
Fuente: enelSubte 

Accidente Tren de Carga en Estación Haedo

12 de diciembre de 2022.- Una formación de tolvas carboneras de Trenes Argentinos Cargas descarriló al atravesar la vía cuádruple del Sarmiento en Haedo, provocando daños en la infraestructura y bloqueando el paso de trenes. Se trata del segundo incidente de ese tipo que ocurre en el lugar en menos de dos meses. La línea Sarmiento circuló con un servicio fraccionado, mientras que el ramal Temperley-Haedo circuló limitado hasta San JustoComo consecuencia del accidente, hay demoras en la Línea Sarmiento.
Un tren de carga que transportaba carbón descarriló este lunes por la tarde en la estación Haedo, razón por la cual quedó interrumpido el funcionamiento de la Línea Sarmiento de ferrocarril, que circula con servicio reducido debido a que utiliza las mismas vías. De acuerdo con lo que se sabe hasta el momento, el accidente se produjo cerca de las 12:45, cuando la formación afectada se salió de control cuando estaba saliendo de la estación, por motivos que todavía se estaban investigando.

Foto Silvio Natale. 12 de diciembre de 2022
Por su parte, en la cuenta oficial de Trenes Argentinos se informó que el tren del Sarmiento funciona únicamente entre las paradas de Once y Haedo, y entre Castelar y Moreno, evitando así el trayecto Haedo-Castelar, es decir, la zona del accidente.
Miles de usuarios se vieron afectados por esta situación y tuvieron que buscar otras formas de viajar hasta sus destinos, por lo que los colectivos comenzaron a llenarse de personas que habitualmente se trasladan en tren.
De acuerdo con lo que precisaron a Infobae fuentes oficiales, el suceso “no generó heridos entre el personal de conducción de la formación”, ni tampoco de pasajeros, ya que solamente transportaba carbón.
Mientras tanto, personal de Trenes Argentinos estaba trabajando en el lugar para tratar de liberar la vía tras el descarrilamiento de los vagones y, “una vez removidos los coches, se evaluarán los daños producidos sobre el tendido de vías”.
Foto Silvio Natale. 12 de diciembre de 2022
Foto Silvio Natale. 12 de diciembre de 2022
La línea Sarmiento prestó durante este lunes un servicio fraccionado entre Once-Haedo y Castelar-Moreno debido al descarrilamiento de una formación de cargas en Haedo. En tanto, el ramal Haedo-Temperley de la línea Roca prestó un servicio limitado entre Temperley y San Justo debido a la misma causa.
El incidente se produjo cerca de las 12:45 de este lunes, cuando una formación compuesta por tolvas carboneras operada por Trenes Argentinos Cargas descarriló mientras atravesaba la vía cuádruple de la línea Sarmiento a la altura de la estación de Haedo, en el enlace con el ramal Haedo-Caseros.
Se trata de uno de los tantos trenes carboneros que circulan por semana entre Luján de Cuyo (Mendoza) y La Plata.
El descarrilamiento provocó daños variados en la infraestructura, entre los que se cuentan el desplazamiento de vías y del tercer riel, así como de varios durmientes. Los vagones afectados, por su parte, sufrieron el desprendimiento de algunos de sus bogies.
Se trata del segundo incidente de ese tipo en ese lugar en los últimos dos meses: el 28 de octubre pasado había ocurrido un hecho similar, aunque con daños considerablemente menores a la infraestructura.
Crédito de la foto a quién corresponda
Desde Trenes Argentinos Operaciones (SOFSE) aseguraron que la empresa se encuentra trabajando “para restablecer la prestación a la mayor brevedad posible”, aunque todo hace prever complicaciones para la hora pico de la tarde en la línea.
Fuente Sitios Web: Popular e Infobae

Moorgate, 1975

Era una mañana de febrero de 1975. La hora punta en el metro de Londres transcurría como era habitual, con miles de viajeros acudiendo a su trabajo. Pero a las 8.46 h, un convoy que llegaba a la estación de Moorgate no frenó como estaba previsto y se empotró contra el muro del túnel. Murieron 43 personas.
El ramal entre Finsbury Park y Moorgate, anteriormente parte de la red del metro de Londres tiene una historia poco común. A diferencia de la mayor parte del trazado, ha cambiado de función más de una vez. Originalmente fue construido como ferrocarril independiente -Great Northern & City Railway (GN&C)-, en gran medida a instancia de Great Northern Railway (GNR), cuyos servicios suburbanos desde King's Cross y Broad Street estaban cada día más saturados cuando el siglo tocaba a su fin. El objetivo era utilizar trenes de la línea GNR a Moorgate, que serían de tracción a vapor desde el norte hasta Finsbury Park, donde una locomotora eléctrica tomaría el relevo para el corto trayecto final hasta Moorgate. La línea fue planificada para que discurriera a nivel del suelo desde Finsbury Park hasta la primera estación, Drayton Park, donde descendería a través de profundos túneles para pasar por otras tres estaciones -Highbury, Essex Road y Old Street antes de llegar a la terminal de Moorgate. En ese punto, los pasajeros podían hacer transbordo al metropolitano y a lo que se convertiría en el ramal Northern City. Dado que la intención era que circularan trenes de GNR, los túneles tubulares tenían un diámetro de 5 m, que permitía el paso del material rodante habitual de línea principal. Sin embargo, mientras la compañía se esforzaba para conseguir una financiación segura, GNR perdió interés y, aunque los túneles se construyeron para trenes de línea principal, el enlace no se llevó a cabo cuando estaba previsto. En consecuencia, GN&C tuvo que hacer subterránea su terminal septentrional, bajo la estación de Finsbury Park, de GNR.









Bomberos trabajando en el reducido espacio que queda entre los coches retorcidos y la pared del túnel ciego. Les llevó cerca de tres horas abrirse paso hasta el coche de la cabeza. Las condiciones de trabajo eran terribles, empeoradas por el calor y el humo de los generadores.


Trenes tubulares

El tamaño de los túneles de línea principal tuvo un importante papel en el accidente de 1975. La línea estaba electrificada y dotada de modernos trenes desde su inauguración, en 1904. Sin embargo, tuvo menos éxito de lo esperado, y en 1913 pasó a manos del metro londinense, aun cuando estuviera físicamente separada de él. Hubo planes para ampliar la línea y para unirla a la principal del metro, que también daba servicio a Moorgate justo bajo el nivel del suelo; pero nada de esto se hizo. En 1939, London Transport transfirió la operación del ramal a Northern Line, aunque estaba físicamente separada. Los viejos trenes de GN&C se enviaron al desguace y fueron sustituidos por otros más pequeños y tubulares. La línea pasó a denominarse Northern City. En los años setenta, se sacaron del cajón los antiguos planes de unir en Finsbury Park el ramal Northern City con la antigua línea principal de GNR, como parte del proyecto de electrificación de esta última. En la línea, circulaban trenes de British Rail (BR) por los grandes túneles que llevan a Moorgate, formando parte directa de los servicios Suburbanos Great Northern, de BR. A principios de 1975, la línea Northern City se cortó en su extremo septentrional. Los trenes terminaban el trayecto a cielo abierto en Drayton Park. El objetivo era permitir la realización de las obras entre esta última estación y Finsbury Park, para la construcción del enlace entre el ramal de Moorgate y la línea principal de Great Northern, lista ya para la introducción de trenes eléctricos directos de BR en agosto de 1976.
Una hora punta normal
En la mañana del viernes 28 de febrero de 1975, los trenes circulaban normalmente en el ramal de doble vía de 4,5 km de longitud. Un convoy había salido de Moorgate hacia Drayton Park a las 8.44 h, y el guardagujas había dispuesto las agujas y señales para dar entrada al próximo tren en el andén 9. Northern City tenía en la estación de Moorgate un andén en islote, situado entre dos túneles independientes numerados como 9 y 10. En la sección de proximidad a estos andenes, había un bretel con una limitación de velocidad de 24 km/h. Unos cuantos pasajeros paseaban por el andén n° 9, tras la salida del convoy de las 8.44 h. esperando el siguiente tren. El n° 272 abandonó Drayton Park a las 8.39 h, e hizo las paradas normales en las estaciones intermedias. Después de Old Street aceleró a 55-65 km/h. Pero entonces, en lugar de reducir a 24 km/h para pasar el bretel, continuó su marcha a 55 km/h hacia el andén. Los pasajeros que esperaban quedaron sorprendidos al ver que el convoy se aproximaba mucho más rápido de lo normal. De pronto, se dieron cuenta de que iba a demasiada velocidad como para poder detenerse; algunos incluso pensaron que estaba fuera de control. El guardagujas de la cabina del andén n° 10 oyó pasar al tren por el bretel "como si fuera un expreso". Salió corriendo al andén n° 9 y vio la cola pasando delante de él a una velocidad de 55-65 km/h. De repente, se oyó un fuerte estrépito cuando el convoy sobrepasó el extremo del andén, atravesó el calce de frenado y se introdujo en el corto túnel, donde se estrelló contra el muro de cerramiento. Aunque el corto tramo de túnel ciego tenía apenas 20 m de largo, sólo sobresalía el extremo del tercer coche. Los tres vehículos delanteros habían quedado reducidos al tamaño de dos por la violencia de la colisión. Los viajeros que esperaban en el andén acababan de presenciar el peor accidente ocurrido hasta entonces en el metro londinense. También se convirtió en uno de los más terribles para los supervivientes que habían quedado atrapados entre los restos y para los equipos de rescate. El guardagujas telefoneó inmediatamente al centro de control de London Transport para notificar el accidente y pedir ayuda; mientras tanto, el jefe de tren consiguió abrir las puertas de los tres últimos coches -situados a la altura del andén- y de lo que quedaba del tercer coche de la cabeza. Un viajero que salió de la estación avisó a un policía motorizado que pasaba por allí. El agente aparcó la motocicleta y descendió las escaleras. Se encontró con una multitud aturdida y apelotonada; muchas personas aparecían tiznadas de la cabeza a los pies por la enorme nube de hollín que salía del túnel ciego, debido a la violencia del impacto. Volvió a la superficie y avisó por radio de que se había producido un grave accidente. Scotland Yard puso en marcha de inmediato la operación de rescate.
La autopsia practicada al maquinista del tren nº 272 no detectó ninguna enfermedad que pudiera explicar por qué no aplicó el freno al aproximarse a la estación de Moorgate. De hecho, sus colegas lo describieron como un maquinista precavido, que entraba despacio en las estaciones y del que no se conocía una acción irregular de este tipo, por mínima que fuera.
Las dificultades del rescate
Tras años de planificación y ejercicios conjuntos, los servicios de rescate disponían de una serie de planes básicos para hacer frente a diversas emergencias, pero no estaban preparados para una catástrofe de semejante envergadura. Las ambulancias llegaron pronto al lugar de los hechos, seguidas al poco tiempo por los bomberos. Cuando los mandos y sus hombres descendieron al andén, se encontraron con una escena dantesca. Algunos de los ferroviarios y los primeros miembros de los grupos de rescate se habían puesto a atender a los heridos que menos lo necesitaban, y otros sufrían los efectos del shock. La negra nube de hollín lo invadía todo. Al principio, los equipos de socorro tuvieron que abrirse paso entre la multitud agolpada en las partes de la estación más cercanas a la superficie, pero, poco a poco, la policía consiguió cerrar la estación y las calles aledañas para dejarles espacio de maniobra. A la vez que evacuaban a los pasajeros con relativa facilidad por la parte trasera del tercer coche de cabeza y los tres vehículos posteriores (el convoy constaba de seis coches), los equipos de rescate trataban de abrirse camino en el túnel para llegar a los coches delanteros. Sólo entonces pudieron comprender el alcance de la tragedia.
Debido al gran diámetro de los túneles, las paredes no sirvieron de contención al pequeño tren tubular cuando embistió el muro del fondo, de forma que el coche de cabeza se saltó la topera hidráulica situada en el extremo del andén. Su bastidor se dobló en tres y la cola chocó contra el techo del túnel, montándose sobre el extremo delantero del segundo coche, que quedó empotrado debajo. Los 16 metros del coche motor habían quedado reducidos a seis. El frente del tercero también se montó sobre el precedente. Rescatar a los supervivientes iba a ser una tarea prolongada y difícil.
Los pasajeros estaban atrapados no sólo por los restos del tren, sino también por otros viajeros, algunos de ellos heridos e incluso muertos. En algunos casos, ni siquiera había espacio para introducir las camillas y tuvieron que ser sacados a través de una cadena humana.
Los equipos médicos se pusieron de inmediato a trabajar entre los restos del tren, proporcionando los primeros auxilios. Las condiciones eran terribles; para empeorar las cosas, la temperatura iba en aumento debido al hecho de que no circularan trenes que desplazaran el aire en los túneles. Pero el problema principal era acceder a los pasajeros a través de la maraña de hierros retorcidos. Muchos de ellos estaban apresados casi por completo por los restos de los coches o por otros viajeros amontonados encima, que incluso estaban muertos. Los miembros del equipo de socorro tuvieron que reptar bajo los bogies levantados, que en cualquier momento podían caer sobre ellos.
A medida que avanzaba el día, los equipos fueron extrayendo poco a poco a los pasajeros con vida, pero también a muchos cadáveres. Las condiciones de trabajo forzaban frecuentes períodos de descanso y recuperación. Las operaciones exigían el control y la organización in situ de los diferentes servicios, así como asistencia hospitalaria para los heridos; también había que ocuparse de los cadáveres y consolar a los parientes y amigos citados para su identificación. Los voluntarios desempeñaron un importante papel: el Ejército de Salvación y la Cruz Roja colaboraron y proporcionaron ayuda a los parientes de las víctimas, así como a los miembros de los equipos de rescate, la mayoría de los cuales nunca se habían visto ante un accidente tan horrible. También había que proporcionar alimentos, bebidas etc., a los equipos, que trabajaban por turnos. El último de los pasajeros que quedaba con vida estuvo atrapado durante más de 13 horas. Esto sólo fue el fin del primer acto. Todavía había que retirar la mayor parte de los restos de los tres coches delanteros, y aún quedaban muchos cuerpos por recuperar. Llevó otros cuatro días de afanoso trabajo con equipo de corte, gatos, tornos, etc., antes de que el último de los cuerpos, incluido el del maquinista, fueran rescatados a última hora del martes 4 de marzo. En total, habían muerto 42 pasajeros además del conductor, y había 74 heridos: se trataba del peor accidente ferroviario ocurrido en la red de London Transport.
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Sin pruebas
El tren se aproximó a la estación sin reducir la marcha para pasar el bretel, y continuó fuera de control superando el andén hasta que llegó al calce de frenado, embistió la topera y salió proyectado por encima para empotrarse en el muro del fondo del túnel, a unos 55 o 65 km/h. El maquinista se había comportado con normalidad en anteriores viajes esa misma mañana. No había indicios de suicidio y, aunque se encontraron en su cuerpo restos de alcohol cinco días después del accidente, no se pudo probar que fuera un gran bebedor ni que estuviera borracho al acudir al trabajo aquel día. En la encuesta, se hizo la sugerencia -pero no se demostró nada- de que el maquinista pudo tener un ataque repentino que lo habría dejado paralizado.
¿Cuál fue el error?
Nadie sabe con certeza por qué ocurrió la catástrofe. Ni la investigación en curso ni la inspección ferroviaria llegaron a conclusiones definitivas. Lo más sorprendente fue que varios de los testigos que esperaban en el andén de Moorgate, cuando llegó el tren n° 272, vieron al maquinista a los mandos, mirando fijamente al frente como si estuviera paralizado, sin hacer ningún intento de aplicar el freno. Las pruebas aportadas por la posición de los contactores eléctricos demostraron que el tren había estado fuera de control hasta que alcanzó el calce de frenado. El inspector jefe, teniente coronel I. K. A. McNaughton, declaró que no se podía descartar la posibilidad de un acto deliberado. El maquinista parecía gozar de buena salud, y no había ninguna razón médica para su pasividad, aparte de un posible ataque cerebral repentino que no se pudo probar. Los frenos del tren funcionaban perfectamente, y no hubo ningún problema de señalización. Moorgate es uno más de los accidentes misteriosos de los anales de la historia del ferrocarril, sólo comparable al sucedido en 1971 en Tooting Broadway, en el que murió el maquinista. El inspector estaba decidido a que no sucediera de nuevo una cosa así, por lo que dictó una serie de recomendaciones para impedir que los trenes se aproximaran demasiado rápido a cualquier estación subterránea que acabara en vía muerta.
Los bomberos emplearon equipo hidráulico, donde les fue posible, para levantar los restos de los vehículos, en medio de grandes precauciones para no empeorar el estado de los heridos. La temperatura superaba los 38 Tf y hasta última hora de la tarde no se pudo improvisar una conducción de suministro de aire hasta el extremo del túnel.
Recomendaciones
Aunque no pudo averiguarse la causa exacta de la actuación del maquinista, las recomendaciones del inspector estuvieron destinadas a impedir que volviera a suceder algo parecido. Hizo hincapié en que debían adoptarse medidas preventivas para evitar actuaciones peligrosas deliberadas por parte de los responsables de la conducción. Aunque las líneas de LT estaban equipadas con dispositivos de parada de emergencia, podían añadirse dispositivos de cronometría a las secciones de circuito de vía. El inspector recomendó que se utilizaran circuitos de vía de control de velocidad, para garantizar que los trenes redujeran la marcha al aproximarse a una estación terminal y que no pudieran acelerar fuera de control hacia la vía muerta. Si lo hacían, el circuito de cronometría detectaría la anomalía y activaría la parada de emergencia, el tren sería detenido y los frenos aplicados automáticamente. Además, la última señal anterior a un tramo de vía muerta debía mostrar una sola luz amarilla de precaución, en lugar de la verde estándar utilizada hasta entonces; esto se aplicaría también a las líneas de BR. En cuanto a la línea Northern City de Moorgate, a partir de 1976 los trenes eléctricos de la Serie 313 de BR circularon por ella desde la línea Great Northern. También tenían activadores de emergencia, similares a los de LT, para su uso en el tramo subterráneo, de modo que los controles de velocidad asociados impedían que entraran demasiado rápido en una vía muerta.
Fuente: El Mundo de los Trenes - Ediciones del Prado, S.A.  22/08/1997  Madrid (España) 

Farnley Junction, 1977

Dos trenes se mantenían a la espera en las vías par e impar en las proximidades de Leeds, mientras los técnicos reparaban el equipo de señalización. De pronto, las señales se pusieron en verde: uno de los trenes emprendió la marcha y, ante el espanto de su maquinista, pasó a toda velocidad una serie de desvíos y se abalanzó sobre el otro convoy.
Justo al oeste de Leeds, a última hora de la tarde del lunes 5 de septiembre de 1977, dos trenes se detuvieron ante las respectivas señales en rojo. El primero era el de las 20.40h Liverpool Lime Street-Hull, una unidad de tren diésel, compuesta por cuatro coches del tipo denominado Trans-Pennine. Se detuvo en la señal L31 de la vía impar, procedente de Huddersfield (esta señal protegía un escape en Farnley Junction, entre las vías par e impar de Huddersfield y un cambio conjugado del ramal de Farnley). Poco antes, el tren correo de las 21.50h que cubre el trayecto de York a Shrewsbury, arrastrado por la máquina de la Serie 47 n° 47402, y formado por 10 furgones del Correo británico, había salido de Leeds por la vía par de Huddersfield. También tuvo que detenerse en Farnley Junction, junto a la señal L36, al otro lado del escape. En ese momento unos técnicos estaban tratando de reparar una avería del equipo de señalización, localizada en un armario de relés a un kilómetro y medio aproximadamente de Leeds, que afectaba a la zona de Farnley Junction. El maquinista del tren diésel telefoneó al guardagujas de Leeds desde la señal L31, y se le dijo que esperara mientras los operarios arreglaban la avería. A continuación, el ayudante del maquinista del tren correo telefoneó a su vez desde la L36 y recibió la misma respuesta. A eso de las 23.11h, ambas señales se pusieron en verde. Pero justo antes, la dotación del tren correo había visto cómo se movían las agujas, de modo que el otro tren, en lugar de seguir de frente, cambiaría de la vía impar a la par. El ayudante trató de telefonear a la cabina de enclavamientos pero no obtuvo respuesta. Al volver de la señal L31, el maquinista de la unidad diésel la puso en marcha y aceleró en la cuesta abajo, de 9,6 milésimas por metro y unos 730 m de largo, que lleva al escape. Como las agujas estaban dispuestas para cambiar de vía, en lugar de continuar en línea recta tomó el desvío y se abalanzó a cerca de 65 km/h contra el tren correo, que seguía detenido. El maquinista aplicó el freno de emergencia, pero era demasiado tarde. El tren diésel embistió frontalmente a la pesada locomotora diésel del correo. El coche de cabeza se empotró en la n° 47402, destrozando ambas cabinas. El maquinista del tren correo murió al instante, y el de la unidad diésel, unas horas después (la máquina n° 47402 fue reparada y mantenida en servicio hasta el domingo 10 de mayo de 1992, fecha en la que emprendió su último viaje en el Severn Valley Railway).

Los restos de la locomotora del tren correo, la n° 47402, durante la inspección llevada a cabo tras el accidente. Aunque la cabina quedó destrozada y el maquinista murió en el acto, el tren en sí sufrió pocos daños.
¿Cuál fue el error?
La cadena de acontecimientos comenzó pronto, cuando, a causa de un conflicto en las centrales eléctricas, se amenazó con cortar el suministro. La cabina de enclavamientos de Leeds no tenía por entonces generador propio, así que BR había instalado uno portátil, conectándolo a la acometida de la cabina. Sin embargo, no se consiguió restablecer la corriente por completo, lo que provocó diversos fallos en los circuitos de vía. Por la tarde, los técnicos encargados de las señales trabajaban para resolver el problema y, aumentando la tensión en las tomas intermedias, consiguieron que todo el sistema funcionara adecuadamente. Es decir, todo excepto los dos circuitos de vía de la línea de Huddersfield en Holbeck East Junction, justo al salir de la estación de Leeds. Como Farnley Junction estaba a unos 3 km del puesto de control de agujas de Leeds, el repetidor de relés de Holbeck East necesitaba recuperar la tensión normal. De él dependía el funcionamiento correcto de las señales y las agujas de Farnley Junction, así como el del panel de control de Leeds. Fueron precisamente las indicaciones de éste las que fallaron. El técnico del turno de noche había recibido instrucciones del ingeniero de la zona para que reemplazara un transformador-rectificador en el armario de relés, que era el que estaba provocando el fallo del circuito. El técnico, junto con su ayudante y el conductor de un furgón, se dirigió al armario a eso de las 22.40 h. Telefoneó al guardagujas para obtener permiso para empezar a trabajar. Explicó que el transformador-rectificador también alimentaba los relés que controlaban las agujas de Farnley Junction. La cabina de enclavamientos, por su parte, tenía otros problemas. Los indicadores de los trenes llevaban sin funcionar todo el día, así que hubo que incorporar otro guardagujas para que anotara los trenes en un registro e informara constantemente a sus colegas del panel de control sobre la posición de cada tren. Este hombre era el que respondía también las llamadas de teléfono efectuadas desde los postes de señalización. Estos teléfonos sólo podían efectuar llamadas a la cabina de enclavamientos. Si el guardagujas quería ponerse en contacto con alguien de la línea, tenía que utilizar un vibrador de frecuencias: una especie de "reloj de cuco" situado a intervalos a lo largo de la línea. Al oírlo, el técnico debía telefonear a la cabina de enclavamientos. El supervisor de la cabina dio permiso al técnico para que iniciara su trabajo y reemplazara el rectificador defectuoso. También le dijo al guardagujas del panel de control que activara los mandos de establecimiento de itinerario, correspondientes a las líneas de Huddersfield, en Farnley Junction, para mantener las señales de peligro. Como los cambios de vía en ese empalme eran raros, se tenía por norma dejar los mandos de itinerario en modo automático, con señal de vía libre para las líneas principales. Pero también el técnico de mantenimiento de las señales tuvo problemas. Cuando quitó el fusible del rectificador, descubrió que la pieza de repuesto que llevaba era defectuosa. Empleó otra, pero como era demasiado grande, en vez de encajarla en su sitio tuvo que colocarla en el suelo del bastidor y empalmar unos cables. En ese momento sonó el vibrador de frecuencias, así que telefoneó al enclavamiento de Leeds. El guardagujas le dijo que se había producido una colisión.
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La investigación
El funcionario encargado de la inspección después del accidente, el comandante C. F. Rose, pronto encontró una razón ridículamente simple para la tragedia: el rectificador de repuesto había sido conectado con los cables al revés. En consecuencia, se invirtió la polaridad de todo el circuito. Lo normal es que hubiera tenido pocas consecuencias, pero algunos relés, incluidos los que controlaban el escape de Farnley Junction, eran "polarizados": dependían de la dirección de la corriente eléctrica para conmutarse. Cuando el técnico reemplazó el fusible, a eso de las 23.10 h, restableció el circuito e hizo que las agujas de las vías par e impar de Farnley Junction funcionaran, sólo que al revés. Por desgracia, la conexión errónea del rectificador no afectó a las indicaciones que se recibían en la cabina de enclavamientos: es decir, mostraban las agujas en su posición correcta. Sin embargo, todavía intervino otro factor para que las señales dieran vía libre. El guardagujas tenía que haber accionado los mandos de establecimiento de itinerario de Farnley Junction en el panel de control. Hay unas normas muy estrictas, que se aplican cuando los técnicos están trabajando, para garantizar que los guardagujas no fijen rutas cuando no se está seguro de que el equipo funciona correctamente. Aquí es donde hubo un verdadero problema para determinar las respectivas responsabilidades. El supervisor de la cabina de enclavamientos había dado permiso al técnico para reemplazar el rectificador. Había dado instrucciones al guardagujas para cancelar las rutas que pasaban por Farnley Junction. Éste, por su parte, había puesto recordatorios, sobre los mandos de establecimiento de itinerarios, para no pulsarlos inadvertidamente. De modo que, cuando el guardagujas recibió una llamada a las 23.10 h de alguien que afirmaba ser el técnico de S&T, diciendo que el trabajo estaba terminado, los ferroviarios pusieron inmediatamente los trenes en movimiento. El que estaba en el panel de control restableció las rutas en Farnley Junction y las señales se pusieron en verde, pero como las agujas se conectaron al revés se produjo la colisión. El técnico de mantenimiento del equipo de señalización negó tajantemente que él o su ayudante hubieran telefoneado para decir que habían terminado el trabajo. Se habían mantenido varias conversaciones telefónicas entre él o sus colegas y la cabina de enclavamientos, pero en ninguna se dijo que el trabajo se hubiera finalizado. El técnico afirmó que todavía habría necesitado hacer una serie de comprobaciones, conjuntamente con la cabina de enclavamientos, antes de darlo por bueno. Todavía estaban revisando el cableado cuando oyeron la señal del vibrador, llamó por teléfono y recibió la noticia del accidente. Entonces, ¿quién hizo la llamada en cuestión? ¿Se dijo realmente que el trabajo estaba terminado, o el guardagujas encargado de registrar los trenes la confundió con otra de algún maquinista que esperaba en una señal? ¿Creyó oír el mensaje que estaba esperando, en lugar de lo que le decía realmente el maquinista? El guardagujas había estado de servicio dos turnos seguidos, trabajando 17 de las 25 últimas horas. Al comandante Rose se le presentó un verdadero problema a la hora de tomar una decisión sobre la conflictiva llamada telefónica. De hecho, declaró en su informe que era imposible llegar a ninguna conclusión. Sin embargo, se inclinaba a pensar que fue el guardagujas quien se había auto convencido de que una llamada cualquiera de uno de los maquinistas de la línea era el mensaje que estaba esperando del técnico. El desarrollo en el tiempo de los hechos fue crucial. El técnico reemplazó el fusible a las 23.10h, lo que fijó los indicadores del panel de control en la posición normal ante los ojos del guardagujas. Segundos después sonó el teléfono. El mensaje era confuso y, como el panel se había puesto en funcionamiento, el desbordando guardagujas informó al supervisor de que el trabajo estaba terminado. Con la aprobación de éste, accionó los mandos de establecimiento de itinerarios, las señales L31 y L36 se pusieron en verde, y se produjo la catástrofe.
A La unidad diésel se abalanzó frontalmente contra el tren correo y se empotró en su cabina, destrozándola por completo. El maquinista de la unidad diésel estaba todavía con vida cuando lograron extraerlo de entre los restos, pero murió tres horas después.
El equipo eléctrico
Un transformador-rectificador es un dispositivo para reducir la tensión eléctrica, de forma que se adecué a unas necesidades concretas. Además, convierte la corriente alterna (c.a.) en continua (c.c.). Con c.c., el sentido de la corriente puede emplearse para conmutar los relés. El rectificador que había que reemplazar tenía una entrada de c.a. a 110 volts y una salida de c.c. a 50 volts. Los relés de señalización pueden ser de c.a. o de c.c.; ambos no dependen de la dirección de la corriente. Pero hay relés "polarizados", que sí funcionan según la dirección de ésta. Si la alimentación es en un sentido, el relé actuará de una forma; si se invierte, actuará al revés, modificando a su vez otros circuitos. Los relés del armario de Holbeck East eran de este tipo.
Cables cruzados, líneas cruzadas
El tren diésel y el tren correo estaban detenidos en las señales L31 y L36, respectivamente, mientras los técnicos trabajaban en el armario de relés de la señal L68. Ambos maquinistas hicieron varias llamadas telefónicas a la cabina de enclavamientos para recibir instrucciones. Un técnico, al reemplazar un rectificador invirtió inadvertidamente los cables. En consecuencia, el cambio se accionó. Un guardagujas, agotado probablemente, confundió la llamada de uno de los maquinistas con la que esperaba del técnico de señales y dio vía libre a los trenes. La unidad diésel se puso en marcha y se empotró contra el tren correo que seguía detenido. Los dos maquinistas murieron.
Recomendaciones
Como resultado de la investigación, el comandante Rose recomendó que se mejorase la comunicación entre los técnicos de señalización y los guardagujas cuando se llevaban a cabo reparaciones, y que se grabaran los mensajes. Había que definir con más precisión en el reglamento los procedimientos que debían seguirse en caso de avería. Se debían dar instrucciones más concretas sobre las comprobaciones que debían realizarse. Así, un relé accionado eléctricamente que no necesite modificaciones en el cableado, tampoco requerirá las mismas comprobaciones que otro de accionamiento manual. Sin embargo, los circuitos sensibles a la polaridad, como los del armario de Holbeck East, tienen que ser comprobados en cualquier caso. Recomendó el uso de mejores dispositivos de comprobación para este tipo de circuitos.
Fuente: El Mundo de los Trenes- Ediciones del Prado, S.A. 22/08/1997 - Madrid (España)

Trágico Accidente del "Estrella del Norte"

Sábado 25 de febrero de 1978, 7:22 hs paso a nivel, estación Sa Pereira, Santa Fe. Semáforo en rojo, campanilla estridente. El tren "Estrella del Norte” avanza. Lleva 2.130 pasajeros. Alguien cruza las vías en ese instante. Maneja un camión con acoplado. Se llama Arnaldo Rubén Bianchini. Luego el choque y la tragedia. 55 muertos y 56 heridos. Esta es la historia.

Estación Tucumán
A las 6 de la tarde del viernes 24 de febrero la estación Tucumán del Ex Ferrocarril General Bartolomé Mitre (Hoy NCA) estallaba bajo el bullicio de la inminente partida del tren “Estrella del Norte” rumbo a Buenos Aires. Los pasajeros de primera, pullman y dormitorios, ocupaban ya sus comodidades. Con mucho más desorden los que viajaban en clase turista buscaban su coche y asiento, y los cientos que no lo tenían trataban de buscar una buena ubicación entre los siete clase turista. Daniel O. Ramos (*), hijo del Superintendente de Tráfico de esta estación terminal, subió al coche dormitorio, último de la formación, viajaría solo y al cuidado del camarero y del inspector de tráfico señor Mateo Ponce por encargue de su padre ya que este viajaba por trabajo que realizaría en la línea, tenía entonces 16 años, en Retiro lo estaría esperando el sábado su abuelo materno y su hermano menor, pero el tren no llegó. Treinta grados de temperatura y un cielo límpido, era el manto de una estación atestada de gente, por un lado los que viajaban a Buenos Aires y estaciones intermedias, por el otro los familiares que despedían a estos, y además los que esperaban partir también desde esta estación rumbo a Salta, Jujuy, la Quiaca y sus intermedias.
(*) 
Daniel Osvaldo Ramos, porteño, hijo del Superintendente de Tráfico de Tucumán, se negó a abordar el tren de los sobrevivientes quedándose a trabajar junto a voluntarios y ferroviarios en la remoción de los coches. El Superintendente de Rosario, Juan Carmelita, amigo de la familia, lo albergaría hasta la llegada de su padre a Rosario. Días más tarde cuando llegó a la casa de sus abuelos en General Pacheco ingresó al Cuerpo de Bomberos Voluntarios y desde entonces continuó incorporado a la institución hasta principios del 2003 cuando la muerte lo sorprendió a la temprana edad de 41 años. No sólo fue una lamentable pérdida para la familia Ramos y demás deudos sino para la comunidad toda a la cual se debía al alistarse como bombero voluntario, estando siempre presto para acudir a cualquier incendio poniendo en riesgo su propia vida para salvar otra.

La fotos ilustran la magnitud del accidente, una de ellas muestra un coche incrustado en otro.
El "Estrella del Norte" aún no sale
Pasan los minutos y la gente se impacienta. Ricardo flores, 52 años, tucumano, guarda primero, se saca su gorra para arreglarse el pelo algo entrecano y seca su frente con un pañuelo, luego apoyado en el coche dormitorio mira hacia la ventanilla abierta cercana a él y su mirada se cruza con la de Ramos, expectante y tranquilo.
- ¿ No sale?
- Sale a las siete y veinticinco...
- ¿Qué pasa?
- Hay que esperar el que viene de la Quiaca, tendría que haber llegado a las 14:00,...tiene que trasbordar mucha gente con el Estrella.
Flores se encogió de hombros. Ramos continuaba dialogando con su madre que en el andén se encontraba junto a dos de sus hermanos de 6 y 9 años, mientras su padre, recibía los informes de donde se encontraba el tren del Belgrano que debía combinar con el número 14 de su ferrocarril.
La partida
A las 19:23 hs., Flores escuchó las dos campanadas, vio la señal, le pegó un fuerte soplido a su silbato y agitó el paño verde, dos minutos más tarde el tren se sacudió en medio de un chirrido de ruedas, y los gritos de amigos, hijos, padres, madres, primos, abuelos, tíos, sobrinos, novios, novias, transformando la estación en un bullicioso salón, quizás único himno de voces de las grandes terminales ferroviarias. Mientras tanto un parlante anunciaba, personal de conducción y guarda de tren número catorce, su tren ha sido despachado, observando señales puede partir. Daniel miró por la ventanilla y vio como la estación quedaba atrás muy lentamente, hasta ya no ver más los brazos de su madre. Lentamente las casas y ranchos al costado de la vía iban quedando atrás a medida que el tren avanzaba.
El viaje
Ya en viaje y llegando a la Banda, Ramos terminaba de leer esa revista en la que un pato afortunado se burla de otro signado por la mala suerte y de las pillerías de sus tres sobrinos. Ya en la Banda, los revisadores de vehículos golpeaban con sus martillos varias partes de los equipos que se encontraban bajo el piso de los coches, mientras otros empleados cargaban agua a los sedientos coches de la larga formación. Más y más pasajeros abordaban aquel tren, felices por llegar a la gran ciudad el día después, mientras muchos que ya venían desde Tucumán, se pertrechaban de alimentos y bebidas en el bar y los quioscos de la estación santiagueña. Nuevamente el silbato y el paño verde, despachaba el tren con más almas a bordo, esta escena se repetiría en Forres, Fernández, Herrera, Colonia Dorá, Pinto, Ceres, Sunchales y Rafaela.
La GT 22 9212 volcada y el camión que desencadenó el accidente
La noche
En Pinto el tren se retrasa aún más, esperando el cruce con su par procedente de Retiro con destino a Tucumán. La formación quedaba fuera del andén casi seis coches por detrás en medio de una oscuridad tan sólo iluminada por una vieja columna del F.C.C.A. con un foco de 40 watts y la blanca luz de los pullman Hitachi, que con su ronronear perturbaban la tranquilidad de la noche de aquel pueblo santiagueño. En Ceres se produce el relevo del personal de conducción que tendrían a su cargo la GT22 - 9212 hasta Rosario, el destino seria otro.
Bianchini sube al camión
Casi simultáneamente a la salida del Estrella del Norte desde Ceres, Arnaldo Rubén Bianchini, 28 años, casado hace 3 con Blanca Lidia Martínez embarazada de tres meses y una hija de un año y medio. Arnoldo trabaja como camionero del frigorífico Santa Elena de Paraná, Entre Ríos, la provincia donde nació. A las 3:45 hs. del sábado subió al camión Ford F 600 modelo 1976 con caja y acoplado térmico helvética. La cabina celeste, el resto una larga mole de aluminio que vacío pesa 12.000 kg, había sido cargado con 25.000 kg de grasa comestible y latas de corned beef, debía llegar a Córdoba con su carga. Y cuando puso en marcha su camión ya tenía pensado el itinerario, la avenida Almafuerte, la ruta 18, el túnel subfluvial, la ruta 19. La ruta 19 era una ruta más para Bianchini y su acompañante Rubén Bonaldo de 26 años, pero esa ruta a la altura de Sa Pereira, un pueblito de Santa Fe de 2.000 habitantes se cruza con las vías del ferrocarril General Bartolomé Mitre.
Amanecer en el tren
El tren atrasado en su partida y después de haberse detenido en varias estaciones llevaba ya dos horas y ocho minutos de atraso, eran las siete de la mañana, Ramos y Ponce se aprestaban a ir en minutos más al coche comedor a desayunar, las sacudidas del tren eran fuertes y tanto Ponce como el Inspector jefe del tren, dialogaban en el pasillo y calculaban que iría a un poco más de 90 km/p/h, velocidad apta como para recuperar algo de tiempo perdido, en el coche silencio, casi todos los pasajeros dormían.
Las 7:22 "el desastre"
Faltaban unos dos mil metros para el cruce, y el maquinista Antonio Gore hizo sonar el silbato de la locomotora porque sabía que estaba cerca de un paso a nivel peligroso. La alarma del cruce hizo sonar su chicharra estridente al tiempo que se encendían los semáforos rojos intermitentes. Bianchini llegaba entonces al cruce cuando un micro de la empresa El Serrano pasaba por las vías, había otros vehículos detenidos a ambos lados del paso a nivel, pero Bianchini siguió al colectivo que pudo ser un desgraciado acicate y aceleró para pasar, cuando al mirar a su derecha vio venir el tren y oyó esa terrible bocina, piso más su acelerador, al que el pesado camión respondió despacio, muy despacio. Eran las 7:22 de la mañana. Héctor González, un vecino del lugar a sólo metros del paso a nivel vio al colectivo pasar y no pudo menos que pensar “!!!Que bárbaro¡¡¡” y más sorprendido quedó cuando vio al segundo vehículo, “el camión” que quería ganarle la carrera al tren, pensó lo peor, y pasó lo peor, González no podía creer lo que veía y se agarraba la cabeza con las manos, vio el impacto, quiso gritar, gritó, pero ya la historia no podía volver atrás ni siquiera tan sólo unos segundos. El estruendo y el acoplado pulverizándose volaba por el aire en medio de una nube de polvo, tierra, pastos y raíces. La locomotora había saltado de las vías y se desplomaba volcando paralelo a ellas, el tren siguió su recorrido por cientos de metros hasta que los dos coches del centro se fundieron incrustándose entre sí en un abrazo de hierros y maderas, se escuchaba entonces el alarido de espanto y dolor que creció y que después se fue apagando hasta convertirse en un coro desentonado de quejidos.
Después el horror
Ramos y Ponce sintieron un terrible golpe seguido de una fuerte frenada, (producto del derrape de los once primeros coches que se salieron de las vías) de pronto todo quedó inmóvil, luego corrieron por el pasillo ya con muchos sorprendidos ocupantes que intentaban bajar de la formación y entraron a los pullman, allí el caos era más severo, los 52 pasajeros colmaban su capacidad, intentando salir en medio del espanto, y las valijas y bolsos que al caer de los portaequipajes estaban desparramados entre los asientos y el pasillo central, en el coche comedor los asustados mozos quedaron anonadados después de ver como las mesas preparadas ya para el desayuno quedaron vacías en segundos, y un millar de astillas y trozos de loza se dispersaron por el piso, la cocina bañada en agua hirviendo dejó caer gigantescas ollas que se calentaban para satisfacer la demanda de miles de termos y mamaderas que en algún tiempo más llenarían. Los cocineros, muchos quemados y gritando de dolor, las hornallas abiertas perdiendo gas, vajilla sembrada por doquier, botellas rotas que salieron disparadas de los cajones hacían parecer a este coche como campo de batalla con humeantes superficies de vapor y de angustia. Más tarde una vez abajo vieron los restos del camión y  no pensaron que la cosa era peor, corrieron por los yuyales mojado por el rocío de la noche e intentaron llegar hasta el camión luego de cruzar una zanja, ya en él comprobaron que Arnaldo y su compañero no estaban y al girar la vista en dirección hacia donde iba el tren vieron una sombra grande y negra recostada a ciento veinte metros del paso a nivel, era la locomotora que humeante guardaba en su cabina los cuerpos de Gore, su preconductor y un inspector de locomotoras, hacia ella corrieron pasando en su alocada carrera al lado de los coches incrustados, es terrible lo que ocurre, pensaron y mientras los gritos de la gente ensangrentada bajaba de los coches, continuaron su carrera hasta la 9212 donde encontraron lúcido al preconductor y al inspector, y muy mal a el conductor, Ramos tomó su pañuelo y se lo puso en el ojo a Gore, luego con la ayuda de Ponce, el compañero y otros que se acercaron sacaron al maquinista de la locomotora y lo acomodaron a la sombra de la mole volcada. Los minutos pasaban y la ayuda no llegaba, entonces Ramos fue hasta el furgón, semivolcado y sacó el teléfono a magneto y las cañas que colgaron junto con Ponce en los cables del poste telegráfico, luego de varias descargas eléctricas recibidas por lo mojado que estaban, logran dar la alarma que fue recibida por Gálvez,  Rafaela y más tarde por Rosario Norte. Al rato, transformado en un tiempo eterno comenzaban a llegar los primeros bomberos, policías y acaso los dos mil pobladores del lugar.
Los coches incrustados. Una verdadera trampa mortal para sus ocupantes. Todo una tragedia. 
Un pequeño gran pueblo
Los habitantes de Sa Pereira, superados por un centenar de los pasajeros del tren se fueron multiplicando para ayudar, obedecieron órdenes de policías y bomberos que fueron llegando desde San Gerónimo, Esperanza, San Francisco, Rafaela, Gálvez, Rosario, Santa Fe, Paraná, y otros pueblos vecinos. Aparecieron presurosos con sus chatas, sus camionetas destartaladas, sus damajuanas llenas de agua, sus limpios trapos para usar de vendas, sus herramientas de trabajo, sus escaleras y todo su coraje. A la hora del accidente muchos ya se habían levantado y se preparaban para un sábado, día laboral algo más tranquilo que los del resto de la semana, ya de por si tranquila. Pero cuando se enteraron del siniestro, la pachorra sabatina se terminó. Y cuando los heridos que eran muchos llenaron la sala de primeros auxilios de dolor y de sangre, de llanto y de gritos, todo un pueblo vio al vecino Mignola llevar en brazos a una chica muy herida hasta su humilde casa, y a don Sebastián, el panadero, socorrer a un muchacho con la cabeza ensangrentada, estos son sólo algunos ejemplos de los muchos casos de ayuda desinteresada que protagonizaron los valientes pobladores. Horas después, el jefe de policía de Santa Fe coronel Carlos Alberto Ramírez, que encabezaba el trabajo de sus hombres, preguntó asombrado quién es ese paisano corpulento que con la cara bañada en lágrimas ayudaba a cargar cadáveres en una camioneta policial. “Es Oscar Giorda” le dijeron, y volvió a preguntar “¿Policía del pueblo?” “No señor, no, él es un vecino más”. El coronel sintió mucho respeto por ese paisano. A su lado quien le daba las respuestas, un hombre de camisa a cuadros y pantalón gris, sin demasiados protocolos, alto y canoso, Adolfo Bessone, Intendente del pueblo desde hacía veintisiete años. Cuando el caos terminó siendo organizado, el sol pegaba con 33º de temperatura. José Luiseto abrió la puerta de su casa, y con voz nerviosa le dijo a Clara, su mujer: “Saca todo de la cama y prepara agua hervida, Clara entendió sin mayores explicaciones. Juntos atendieron a tres heridos hasta que 5 horas después un médico llegó a su domicilio. Ejemplos de vida, valor, coraje, abnegación y solidaridad se vivieron por doquier, en aquel pequeño pero gran pueblo.
Bianchini detenido
Detenido en la comisaría de Sa Pereira, lo ubicaron en una habitación para el personal ya que no tiene calabozo, porque el delito más grave del pueblo no pasaba más allá de una fuerte borrachera, el recinto de paredes rosas surcadas por unas raras manchas de humedad que la ennegrecen formando raros dibujos, que tal vez en la imaginación de Bianchini forman ahora la imagen de un camión que es arrollado por un tren. Con un acoplado destruido al costado de las vías, y el semáforo con campanilla estridente funcionando casi hasta dos horas después del choque y silenciado cuando fue desconectado.
Los bomberos de las localidades vecinas, San Gerónimo y Esperanza, inician el rescate en los coches más dañados por el impacto. Foto color verde: Llegada del tren a Retiro con los pasajeros sobrevivientes del accidente. 
Colaboración de Guillermo Néstor Ramos, General Pacheco, febrero 2001. Fuente: Texto y fotos recopilación de los testimonios de su hermano y revista Gente
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Origen del nombre de la estación y el pueblo 
Fundado por la familia Sa Pereira en 1886. La historia del pueblo comenzó en 1880 cuando Eduardo de Sa Pereira heredó de su padre, Domingo de Sa Pereira, una estancia ubicada al sudoeste de Esperanza. Eduardo de Sa Pereira decidió donar parte de las tierras para permitir el paso de las vías del Ferrocarril Central Argentino, y construir la estación y los edificios públicos en 1886. El 15 de octubre de 1886, fecha de fundación de la localidad, el Gobierno aprobó los planos. El Ferrocarril habilitó la estación, del ramal Rosario-Tucumán, en febrero de 1887. El creador del pueblo quería que éste llevara el nombre Santa María, pero, finalmente, se impuso el nombre de la estación: Sa Pereira. El 27 de marzo de 1888, fue creada la comuna, que tiene una extensión de 215 kilómetros cuadrados, sobre la ruta nacional 19, que une Santa Fe con Córdoba y al sudoeste de Esperanza.
La estación Sa Pereira
Fuente: Argentina Pueblo a Pueblo
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Al cumplirse 30 años de la tragedia 
La tragedia de Sa Pereira todavía cruje en la memoria
El 25 de febrero de 1978 El Litoral titulaba: "Un convoy procedente de Tucumán embistió a un camión. Habría más de 40 muertos". Los números finales del terrible accidente arrojaron la cifra de 55 muertos y varias decenas de heridos. Se constituyó en uno de los peores accidentes ferroviarios de la historia argentina.
Hoy se cumplen 30 años de la tragedia de Sa Pereira, uno de los peores accidentes ferroviarios de la historia que dejó un luctuoso saldo de 55 personas fallecidas. En las crónicas periodísticas se ponía de relieve el incesante transitar de ambulancias, bomberos y móviles policiales desde y hacia Santa Fe y Sa Pereira por la Ruta 19 para atender la enorme cantidad de accidentados.
El hecho se desencadenó a las 7.22 del sábado 25 de febrero, cuando, luego de cruzar un colectivo de larga distancia, lo siguió en la maniobra un camión Ford F 600 modelo 1976 con caja y acoplado térmico, con una carga con 25.000 kg de grasa comestible y latas de corned beef, que debía llegar a Córdoba con su carga y fue impactado por el Estrella del Norte que había partido de San Miguel de Tucumán y tenía como destino la estación Retiro. El convoy llevaba 2.130 pasajeros, casi la misma población que sería testigo del accidente.
El convoy que era conducido por Antonio Gore no pudo evitar el choque y la tranquilidad del pueblo fue quebrada por el estruendo del acoplado pulverizándose. Según la crónica de Grandes Catástrofes Ferroviarias, una web creada por Juan Enrique Gilardi en 1999, la locomotora "había saltado de las vías y se desplomaba volcando paralelo a ellas, el tren siguió su recorrido por cientos de metros hasta que los dos coches del centro se fundieron incrustándose entre sí en un abrazo de hierros y maderas".
Para los vecinos que se empezaban a acomodarse frente al nuevo día, luego del estruendo, "se escucharon gritos de espanto y dolor que crecieron y que después se fueron apagando hasta convertirse en un coro desentonado de quejidos".
Los habitantes de Sa Pereira, superados por un centenar de los pasajeros del tren se fueron multiplicando para ayudar, obedecieron órdenes de policías y bomberos que iban llegando desde San Jerónimo, Esperanza, San Francisco, Rafaela, Gálvez, Rosario, Santa Fe, Paraná, así como de otras poblaciones vecinas.
Horas después, el jefe de policía de Santa Fe, coronel Carlos Alberto Ramírez, que encabezaba el trabajo de sus hombres, preguntó asombrado quién era ese paisano corpulento que, con la cara bañada en lágrimas, ayudaba a cargar cadáveres en una camioneta policial. "Es Oscar Giorda", le dijeron, y volvió a preguntar: "¿Policía del pueblo?". "No señor, no; él es un vecino más", le respondieron.
Fuente: El Litoral.com | Lunes 25 de febrero de 2008 - Santa Fe - Argentina

Morpeth, 1969-1984

En el primer descarrilamiento que hubo en Morpeth por exceso de velocidad, una potente Deltic se salió de la curva dando tumbos al doble de la velocidad permitida. Quince años más tarde ocurrió prácticamente lo mismo. ¿Por qué no aprendemos del pasado?

7 de mayo de 1969
Alrededor de la una y media de la madrugada del 7 de mayo de 1969, el Aberdonian, el tren de coches-cama de las 19:40 de King's Cross a Aberdeen, se aproximaba a la curva de Morpeth, al norte de Newcastle, procedente del sur, a una velocidad de 128 kilómetros por hora. La locomotora era una de las potentes diésel Deltic, la N° 9011. La limitación de velocidad de la línea era de 160 kilómetros por hora, pero en la estación de Morpeth, la vía tiene una curva tan cerrada que se impuso un límite de velocidad de 64 kilómetros por hora. Cuando el maquinista inició el servicio en Newcastle acababa de recibir una nota en la que se le pedían explicaciones sobre el retraso de un tren que él había conducido dos semanas antes, y en el momento crucial estaba pensando en aquel viaje. Fue una distracción fatal. Cuando la pesada locomotora descarriló en la curva de Morpeth, a una velocidad de 128 kilómetros por hora, en vez de ir por debajo del  límite de  64  kilómetros por hora,  el  maquinista  volvió  a  la  realidad. La locomotora permaneció en la vía, pero el tren descarriló totalmente. Los coches quedaron desenganchados en dos grupos, algunos volcados y otros empotrados en los coches contiguos. Varios de ellos quedaron muy dañados, aunque su estructura de acero, de finales de los años 50, impidió que quedaran totalmente destruidos.
Murieron  cinco  pasajeros  y  el  interventor,  y  121 pasajeros  resultaron heridos, quedando hospitalizados 46 de ellos. Parece ser que el furgón de equipajes que estaba junto a la locomotora fue el primero en descarrilar; la fuerza centrífuga inclinó el coche hacia la izquierda, levantando de la vía las ruedas de la derecha. El resto del tren le siguió en el descarrilamiento. La fuerza del impacto fue tan grande que arrancó grandes fragmentos de vía que saltaron violentamente hacia arriba, y se metieron en los compartimientos a través de los bastidores.
El Aberdonian, un tren de coches cama de King's Cross a Aberdeen arrastrado por una locomotora diésel Deltic N° 9011 se aproximaba a la curva de Morphet a 128 km/h. En un momento de distracción, el maquinista no vio la restricción de velocidad de 64 km/h. que tenía delante, continuando hasta descarrilar. La locomotora y lo que había a continuación del coche mixto avanzaron 462 metros después de descarrilar, dejando el resto del tren desperdigado. Murieron cinco pasajeros y el interventor.
¿Aprendemos de la experiencia?
En la investigación, el maquinista admitió que estaba despistado. El encargado de la investigación opinaba que los maquinistas deberían ser advertidos de manera más patente sobre las restricciones fijas de velocidad, pero no estaba seguro de que debiera adoptarse universalmente un nuevo sistema de aviso. El asunto que más preocupaba a la persona a cargo de la investigación era dotar a los trenes de alta velocidad de las líneas principales de una protección extra. Por ello, aconsejó la implantación de un sistema de paneles de aviso que mostraran el límite de velocidad en cifras que se iluminaran de noche, a distancia de frenado de la restricción. Debería haber, además, un sistema automático de aviso "ASFA" (Anuncio de Señales y Frenado Automático) consistente en un equipo magnético permanente situado en la vía que avisara acústicamente al maquinista en la cabina, así como cuando no hubiera vía libre. Esas recomendaciones eran para aplicar sólo en los tramos con velocidades límite de al menos 120 km/h, donde se requería una reducción de velocidad de un tercio o más, por ejemplo, de 120 km/h.  a  80  km/h.  o  menos.  Esas  directrices  eran  complejas,  ya que algunas restricciones estaban señaladas, pero otras, en la misma ruta, quizá unos cuantos kilómetros más allá, no lo estaban. Los tramos con un límite de velocidad inferior a 120 km/h. no estaban protegidos por el nuevo sistema. Que todo esto era una locura se demostró tan sólo tres años más tarde en los alrededores de Londres. Un tren que circulaba por Eltham Well Hall, en un tramo con una velocidad de itinerario de 96 km/h, descarriló porque no redujo la velocidad para tomar la curva de la estación, que estaba restringida a 32 km/h. Murieron cinco pasajeros y el maquinista y hubo 126 heridos. Pero, aún así, el encargado de la investigación no estaba convencido de la necesidad de una protección más adecuada a los trayectos de velocidades inferiores. En cambio introdujo un sistema de aviso utilizando señales de restricción. Pero no se tomó en cuenta que, con frecuencia, las restricciones de velocidad se aplicaban en cascada durante varios kilómetros, por ejemplo de una limitación de 160 km/h. se pasaba a 130 km/h, a 96 km/h, hasta llegar a 80 km/h. Ninguna de estas reducciones de velocidad cumplía las reglas de los nuevos avisos.
La terrible fuerza del descarrilamiento de 1969 rompió los enganches e hizo que el Aberdonian acabara desmembrado en cinco partes. Los coches resistieron bien el impacto, pero sufrieron considerables daños.
4 de julio de 1984
Al filo de la medianoche de un 4 de julio de 1984, se repitió prácticamente el mismo accidente ocurrido en Morpeth, pero en dirección contraria. El Aberdeen de las 19:50 con destino King's Cross, que llevaba una locomotora Serie 47 N° 47452, entró en la curva de Morpeth a una velocidad cercana a los 144 km/h. Las mejoras realizadas en las vías habían permitido un aumento general de la velocidad, de modo que la restricción en la curva era ahora de 80 km/h. y la velocidad de itinerario procedente del norte iba reduciéndose de 160 km/h. a 128 km/h. y luego a 112 km/h. en sólo 1,6 km. Estas reducciones de velocidad no estaban protegidas con el nuevo sistema de aviso. A pesar de las restricciones de velocidad más altas, el tren se salió al tomar la curva. Fue un descarrilamiento espectacular. La locomotora y los dos primeros coches hicieron la tijera, quedando de costado y cruzados sobre ambas vías. El resto del tren siguió en línea recta, abandonando la vía, y los nueve coches siguientes chocaron contra las casas más cercanas, volcando todos ellos de lado. No hubo víctimas, aunque dos empleados de los coches cama y el maquinista tuvieron que ser hospitalizados.
Quince años después del primer descarrilamiento, otro expreso se aproximaba a la curva de Morpeth, pero esta vez procedente del norte. Su velocidad, de casi 140 km/h superior al límite de velocidad de 80 km/h, hizo que el tren descarrilara. La locomotora y muchos de los coches hicieron la tijera, chocando algunos de ellos con las casas que había allí al lado. Sorprendentemente no hubo víctimas ni en las casas ni en el tren. Aún así, la fuerza del tren al salirse de la curva fue tal que las grúas tuvieron grandes dificultades para levantar la locomotora, la N° 47452 de la Serie 47, del bancal donde había quedado empotrada. El equipo de rescate entró en la cabina por el parabrisas roto para rescatar al maquinista herido. 
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En 1984, la composición de coches cama de las afueras de Londres descarriló en la curva de Morpeth, y los coches fueron arrancados de sus bogies y lanzados contra las casas que había allí cerca. Sorprendentemente, a pesar de la espectacularidad del accidente, no hubo víctimas en este segundo mayor descarrilamiento causado por un exceso de velocidad en esa peligrosa curva.        
¿Qué ocurrió?
Morpeth 1969
Causas:Velocidad excesiva, el doble de la permitida de 64 km/h, por un despiste del maquinista. La señal de velocidad restringida al principio de la curva no estaba iluminada, iluminándose demasiado tarde, cuando la restricción se había obviado. 
Medidas tomadas-Nuevos avisos previos: un disco con las cifras que indican la velocidad, iluminado de noche, (abajo, a la derecha) a la pertinente distancia de frenado de la restricción, además de una señal previa de aviso de reducción de velocidad y un aviso acústico 182 m. antes de la señal. Además, señales previas para usar allí donde la limitación general de velocidad de la línea sea al menos de 68 km/h y se requiera reducir la velocidad en un 33% o más.
Morpeth 1984
Causas: Exceso de velocidad, de 136 a 144 km/h , en vez de los 80 km/h permitidos. El maquinista no se encontraba bien físicamente y, tras sufrir un ataque de tos, perdió la concentración. Un moderado consumo de alcohol antes del trabajo, según admitió, le pudo provocar somnolencia. Cualquiera de las dos causas pudo hacerle perder el control del tren.
Las medidas recomendadas en 1969 no permitían el uso de las señales de restricción en cascada.
Principales recomendaciones: Ampliar el reglamento de normas de instalación de avisos indicadores previos y "ASFA" para restricciones continuadas, incluso en las líneas con limitaciones generales entre 54 y 68 km/h Controles más estrictos que eviten que el personal entre de servicio bajo los efectos del alcohol. Un dispositivo de seguridad que no falle si el maquinista pierde el control. Protección automática para evitar que los trenes excedan las limitaciones de velocidad.


La investigación del accidente
El maquinista no se encontraba bien, y admitió además, que bebió un poco de alcohol antes de iniciar el viaje. El hecho es que después del primer descarrilamiento de Morpeth en 1969 las medidas que se adoptaron no, previnieron un accidente similar. Por otra parte, el 23 de noviembre de 1983 había habido otro descarrilamiento, de un tren de alta velocidad en Paddington, porque el maquinista no redujo la velocidad cuando se aproximaban la estación. Cogió el primero de una serie de enlaces a 96 km/h, en vez de hacerlo a los 40 km/h estipulados. En ninguno de los dos accidentes de Morpeth el dispositivo de seguridad del maquinista ("Hombre/Muerto") evitó que el tren continuase a esa velocidad. El sistema "H-M" consiste en un pedal que ha de ser pisado por el maquinista; si éste está inconsciente y no ejerce presión con el pie, se activa y se produce el frenado de emergencia. En la segunda investigación, el encargado de la misma aconsejó que debían incluirse las restricciones de velocidad en cascada. Quedó también patente que el sistema "ASFA" no siempre era efectivo a la hora de impedir que los maquinistas se saltaran señales de peligro. El equipo de investigación discutió la idea de dotar a los trenes de una protección automática (ATP) con un sistema de señalización entre la vía y el tren que diera al maquinista en su cabina una información gráfica de la velocidad que debería llevar. Si el maquinista excediera la velocidad marcada, se activaría automáticamente el sistema de frenado. También se discutió el sistema "H-M". Si durante un cierto tiempo no realiza ningún movimiento, salta una alarma acústica que debe contestar para demostrar que tiene todo bajo control. Entonces, ningún maquinista podrá obviar una restricción de velocidad, ya que si no circula a las velocidades señalizadas el tren se parará de manera automática.

Fuente: El Mundo de los Trenes - Ediciones del Prado S.A. - Madrid (España) - 22 de agosto de 1997