Introducción

Recopilación de descarrilamientos y choques en el mundo citando la fuente y créditos fotográficos. Sitio sin fines de lucro.

Altamirano, 1964

Numerosas víctimas produjo un choque de trenes en Altamirano

La noticia adquirió perfiles trágicos al cundir por la ciudad la información, desde muy temprano en la mañana del 1º de febrero, de que un tren procedente de Mar del Plata había chocado violentamente contra uno de carga, a metros de la estación Altamirano.

Cercano el mediodía, ante la mirada atónita de curiosos, bomberos, policías, funcionarios ferroviarios, autoridades nacionales, provinciales y periodistas, aún continuaban humeando los restos del convoy de pasajeros accidentado en las primeras horas del día. Los cronistas debían mirar largo rato para reconstruir el ordenamiento lógico de los dos convoyes antes del funesto topetazo. Pero la imaginación no bastaba. Las imágenes confundían, pero exhibiendo un aspecto sombrío, siniestro. Entre las vías ascendente y descendente, esparcidos caprichosamente en el suelo, manchados con aceite y petróleo, veíanse ropas de hombres, mujeres y niños, naipes, valijas, corbatas, mantas, todo lo que puede llevar un veraneante. Hasta cañas de pescar, rotas, por supuesto. Dimos un rodeo. Nos colocamos frente a lo que fue, digámoslo así, el principio de todo: las dos máquinas. La del carguero, casi intacta, se hallaba señalada con el número 1557. Tratase de una máquina a vapor, llamada "Meteoro", a cargo de Ismael Mondini, quien llevaba como ayudante al foguista Heriberto F. Velázquez. Detrás podía verse al "tender", donde se almacena el agua y el petróleo, semitumbado, derramado por sus costados el líquido negro y espeso. A continuación, sin ruedas, volcado sobre la banquina donde cavó un  pozo de un metro de profundidad, aparecía el vagón 5205, que llevaba la siguiente leyenda:"Para circular entre Sola, Bariloche o Zapala". En su interior, llevaba fardos de bolsas de arpillera y rollos de "ruberoid". Después, otros vagones más, totalmente rotos. Las grúas ya habían comenzado a despejar las vías. Frente a la "Meteoro", estaba aplastada su trompa hasta reducir a 50 centímetros la puerta de su cabina, la máquina diesel "Cockeril-Dugree" Seraing - Bélgica. Dentro, aprisionados por los hierros, se hallaban el maquinista y una persona (1) más. Seguidamente, doblado en un ángulo de 75 grados, totalmente calcinado por el fuego que le había dado un color herrumbre, estaba el vagón nº 3105, montado a medias sobre la estructura posterior de la locomotora. Debajo de ella estaban los escombros, los escombros nada más, de lo que había sido el vagón encomienda. 

   
En la foto de arriba, fuera de las vías, como levantados por una mano poderosa e invisible, aparecen los coches del convoy diseminados prácticamente en los alrededores del lugar y en la de abajo puede apreciarse la violencia del impacto. La máquina diesel quedó incrustada contra la trompa de la locomotora a vapor. Sobre la primera aparece el vagón 3105, semivolcado sobre su costado derecho y montado en parte sobre el equipo motriz diesel y el furgón de equipajes, que quedó completamente destruido.

¿Qué había pasado?. El tren de pasajeros, procedente de Mar del Plata, pasó por Altamirano a gran velocidad. Las señales según afirman, estaban bajas. Había vía libre. El tren de carga, esperaba en la vía ascendente el paso del tren de pasajeros. Eran la cuatro menos diez. El pasaje dormía. Algunos pocos estaban despiertos. A. Ruibal, jefe del servicio de comedor, percibió tres golpes de freno. Le pareció raro. Iba a abrir la ventanilla para asomarse y ver qué pasaba cuando sobrevino el golpe. Un minutos antes, el maquinista Ismael Mondini vio que el "Luciérnaga" saltaba las vías en el sitio del cambio y marchaba en dirección a su máquina. Saltó. Se arrojó lejos de su máquina. El foguista Velázquez no oyó sus gritos de advertencia. Y sobrevino el choque. Estupefacto, Mondini atinó a colaborar en el rescate de su compañero de tareas. Después, lo confiesa, aturdido por el espanto, sin fuerzas para reaccionar ante el drama, se sentó a mirar de lejos cómo se quemaba todo. De pronto, advirtió que la máquina, su locomotora, comenzaba a levantar presión. Iba a estallar. Y entonces ardería todo. Recobróse y concurrió a cerrar las válvulas de seguridad. Luego volvió a sumirse en el espanto. Pero, insistimos, ¿qué había sucedido?. Al producirse el topetazo, la estructura más endeble del tren de pasajeros cedió, se deshizo como un terrón oprimido por una mano titánica. 

 
Izq.: Como injertada en la locomotora del tren de carga quedó la máquina del convoy de pasajeros que chocó en la madrugada del 1º de febrero de 1964, causando muchas víctimas. Der.: Con arduos esfuerzos se procura la separación de las dos locomotoras que quedaron incrustadas por la violencia del impacto. La de la izquierda corresponde a  el "Luciérnaga" y la de la derecha al tren de carga.

Walter Alegre, cambista de la estación Altamirano, nos refiere que instantes después de pasar el tren, a unos 100 kilómetros por hora, escucho un estampido seco y que cuando dirigió la vista hacía donde se había producido, observó un fogonazo que iluminó la escena. Duró sólo unos segundos , pero le bastó para intuir el desastre. Con un farol en la mano corrió hasta el lugar del accidente y cuando llegó vio que la gente descendía tranquila hasta que veía los efectos del impacto a la pobre luz que suministraba el farol.


Relato de uno de los sobrevivientes

El Sr. Rubén Paz, que viajaba en la séptima ventanilla, asiento 23, del coche 3130, relata cómo logro salvar de una muerte segura a su familia  y a otras personas que viajaban con él. 

"¿Podré recobrar algo de mi equipaje?", se preguntaba un hombre joven en voz alta frente al vagón número 3130, semi hundido en en el fango de la banquina. El cronista le pregunto dónde viajaba, qué sitio ocupaba en el tren accidentado. "Estaba sentado en el asiento 23, justo aquí -indicó- en esta ventanilla". La séptima, del coche ubicado en cuarto término en el convoy marplatense. "Viajaba con mi padre, Emilio Paz, mi mujer Gladys Santín y mi hermanita Mirta", añadió, y prosiguiendo dijo: "No tenía sueño. Intenté dormir varias veces y no lo logré, pese a que carecíamos de luz -debido a un desperfecto- en nuestro coche. Eran las 22:45 cuando oí en la estación Castelli, que el maquinista le decía a su acompañante:"Tenemos que apurarnos. Llevamos seis minutos de retraso y eso no puede ser". Después de la medianoche fui al bar a beber una taza de café. Al regresar, observé que en todos los coches la gente dormía plácidamente. En el coche quemado -el 3105-, había un solo señor leyendo. Cuando me senté, mi mujer se despertó y comenté con ella que el tren marchaba rápidamente. Mi hermana me invitó a beber otra taza de café, pero como yo no accedí, se fue sola. Miré el reloj: eran las 4 menos diez minutos". "De pronto sentí como si el tren hubiera saltado sobre un hierro colocado sobre la vía. Después nos sentimos empujados hacia un costado y hacia adelante. Nadie sabía que había sucedido. Yo rompí el cristal de la ventana y por ahí saqué a mi padre y a mi mujer, quienes se hallaban lesionados levemente." "El desorden era tremendo. No había luces. Corrí para colaborar en el salvamento de los que estaban acorralados por el fuego y cuando estaba junto a la locomotora oí que alguien gritaba: "¡Socorro! ¡Me ahogo!". Después supe que se trataba del ayudante Heriberto F. Velázquez , pero en ese momento, con un señor que estaba muy afligido, subimos a la cabina de la diesel y tropezamos con un cuerpo; era el maquinista. Le tomé el pulso. Había fallecido, aprisionado por los hierros de su máquina. Velázquez continuaba pidiendo auxilio. Reunimos todas nuestras fuerzas, nos abrimos paso y lo sacamos. Tenía el brazo y el antebrazo quebrados. En el pecho tenía un moretón enorme, que por momentos me parecía negro. Se quejaba de un violento dolor de espaldas. Con una escalera que alguien puso en nuestras manos improvisamos una camilla y lo alejamos del incendio. Mientras caminábamos transportando la improvisada camilla me tomó de un brazo y me dijo, consternado: "¡Las señales estaban bajas...! ¡Estaban bajas!...¡Usted me salvó!". Y se desmayó. No recobró el conocimiento hasta el momento en que lo trasladaron a Chascomús". Después contó que muchas personas no pudieron ser salvadas del fuego, ante la imposibilidad de llegar hasta ellas"

 
Izq.: Una masa informe de hierros retorcidos es todo lo que quedó de la máquina diesel. Aquí en esta nota gráfica se está intentando separarla de la locomotora del tren de carga. Der.:  
Figuras extrañas, trágicas, crearon los vagones destrozados y elevados en el aire por la violencia del impacto. Algunos de sus ocupantes sobrevivieron, sin embargo.

Croquis del accidente que muestra cómo quedaron los coches del tren de pasajeros y los vagones del tren de carga.


NOTA: Las fotografías han sido incluidas por su valor documental, no por su calidad, ya que fueron realizadas a partir de fotocopias. Fernando Cóccaro, ferromodelista  marplatense,  ha colaborado facilitando el material de este accidente.

Fuente: La Nación 2 y 3 de febrero de 1964

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